Kevin Cordón
El sueño de un niño de 11 años de Zacapa se hizo realidad en las olimpiadas de Tokio 2021. Después de 23 años de soñar con llegar a un evento olímpico, lo logró. Kevin Cordón conmovió a muchos guatemaltecos con su pasión y dedicación en la cancha de bádminton.
Los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el 2006 fueron un parteaguas para Kevin, pues a una corta edad ganó una medalla que no solo cambió la manera en la que veía el deporte, sino de la vida en general. Esta experiencia le hizo ver cuál era su sueño, seguir disfrutando de esa alegría que viene de un trabajo bien hecho en la cancha de bádminton. Kevin desarrolló un punto de vista más profesional que lo llevaría a cumplir sus metas y a atravesar puertas que nunca imaginó pudieran ser abiertas.
Cuatro años de cambio
El ver a sus compañeros mayores vivir la alegría de una medalla en su cuello durante la competencia de San Salvador 2002, motivó a Kevin a convertirse en el mejor profesional posible. A partir de ese momento se dedicó de lleno a sus entrenamientos y se trazó metas mucho más altas. Aún sin ganar una medalla, el sentimiento de poder representar al país en un evento de alto nivel lo llevó a esforzarse hasta alcanzar el oro.
La medalla de 2006 llegó acompañada de alegría, pero también de cambios radicales en la mentalidad de Kevin, pues actuó como un parteaguas entre su niñez y esta nueva etapa en la que surgió el atleta que estaba destinado a ser. El sacrificio hizo que las estrellas se alinearan a su favor, e incluso la separación física de su familia, quienes viven en La Unión, Zacapa, cobró sentido.
“Sentí la satisfacción de saber que todo eso que tuve que pasar valió la pena desde el momento que subo al podio y me dan la medalla de oro.”
La disciplina es crucial en el desarrollo de un deportista, ya que, según Kevin, es inevitable sentir emociones negativas durante el proceso.
“Viene la pereza, la rutina, los fracasos… Para poder llegar a un buen resultado hay que pasar por muchas derrotas. Durante ese campeonato en 2006 me di cuenta de la constancia que se necesita para seguir y tuve que aplicar las lecciones aprendidas y convertirme en una versión más madura de mí mismo”, comenta.
Transformando el dolor
“Las derrotas duelen”, afirma. A pesar del dolor, Kevin mantiene una actitud positiva ante los retos, pues describe los fracasos como “experiencias de aprendizaje y de reinvención”. Esta definición la trajo a la práctica en 2013, cuando luego de una lesión en la rodilla, el pronóstico indicaba que nunca más volvería a jugar. Dicha experiencia le dejó una lección: que la vida no siempre es una cuesta sin obstáculos.
“La vida es como una canción: tiene altos y bajos inevitables. Hay que tener la sabiduría de saber por qué suceden las cosas y no hacerse la víctima, hay que seguir luchando para poder avanzar.”
El 2013 también estuvo lleno de obstáculos en lo personal, pues la muerte de su hermano sacudió a su familia. De este suceso tan difícil aprendió a afrontar lo impredecible, y sobre todo a aceptar aquello que lo rodea.
“Ahora primero soy Kevin, ser humano, y luego deportista.”
El apreciar las pequeñas cosas, luego de 3 meses sin poder caminar debido a su lesión de rodilla ese mismo año, es una enseñanza que el atleta aplica en su día a día. Cada derrota y pequeña victoria sirvieron como adoquines en su camino, piezas de un mosaico que conmemora cada momento en el que su valentía lo ha sostenido. Y en ese camino de logro, finalmente llegar a vivir el sueño con más de 23 años de creación: los Juegos Olímpicos.
Al hablar de esta experiencia, el atleta dice con una voz temblorosa por la emoción, que hasta la fecha no ha encontrado palabras para describir la alegría que sintió. Este éxito encaja en su definición de victoria, la cual describe como “un camino difícil que pertenece a las personas constantes.”
Tokio 2021 dejó en Kevin la noción de que sin importar las limitaciones, mientras haya empeño y se juegue con el corazón, todo aquello a lo que se renunció en nombre de ese sueño, habrá valido la pena. Prueba de dicha resiliencia y de sus verdaderas ganas por poner el nombre de Guatemala en alto y de enorgullecer a su familia fue su manera de entrenar durante la cuarentena.
A mediados de mayo, retomó su entrenamiento en una iglesia en su natal Zacapa. Esto implicó pasar por la autorización del alcalde, la policía y los dueños de la iglesia. Fue en ese espacio que nació el Kevin que llenó nuestros corazones de orgullo en las olimpiadas.
La resiliencia proviene de su fe y de lo aprendido en el 2013. Ese cambio significativo en su vida y aquello que él percibe como una segunda oportunidad por parte del cielo, lo han llevado a estar sumamente agradecido y dispuesto a continuar sin importar la dificultad que se presente.
La antítesis de negatividad: valentía
La valentía para el atleta es el ver lo positivo en las situaciones negativas, pues es en éstas en donde el valor es demostrado.
“Hay que sentir nuestras emociones, canalizar aquellas negativas para usarlas como motor. Aceptar la realidad y saber que no la podemos cambiar, pero sí podemos escoger cómo la afrontamos.”
En cuanto a la pandemia, la lección más grande que le ha dejado es que no todo en la vida es lineal y que debemos aprender a lidiar con la realidad que nos rodea, pues en ésta podemos encontrar los pequeños detalles en los que brilla la felicidad.