Jose Eduardo Ortiz

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Las pruebas de fuego forman parte del camino de todo atleta que desee convertirse en uno de los grandes. José Eduardo Ortiz, marchista de tan solo 21 años, es un ejemplo de que el valor se forja al calor de estos retos.

A una corta edad encontró un confidente y entrenador en Mynor Ortíz, su tío, quien vio en él el potencial, así como la oportunidad de perfeccionar la técnica en su deporte: marcha, pese a la desaprobación de su madre y su padrastro. Luego de una serie de eventos, como la transmisión en televisión nacional de un entreno realizado por el equipo de marcha en la Ciudad de Guatemala, ambos se percataron de la creciente pasión del joven y se contagiaron de la esperanza que el deporte le infunde a José.

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El esfuerzo se transforma en éxito

José Eduardo no para de superarse. Prueba de esto es que obtuvo el segundo lugar en sus primeros juegos Panamericanos y el 5to lugar en el mundial de marcha Kenia en 2017. Ha viajado por el mundo sembrando semillas de competitividad y excelencia. En el mes de noviembre de 2020, durante la pandemia, compitió en Salamá y obtuvo el segundo lugar mejorando su marca a una hora 22 minutos.

El objetivo de mejorar la marca para los Juegos Olímpicos parecía complicado. Los entrenamientos cambiaron durante la nueva normalidad, el equipo se preparaba en la casa de su entrenador en la que las caminadoras escaseaban, pero el coraje de José Eduardo lo llevó a trascender dichos obstáculos.

“Sabía que tenía que ir, no podía quedarme parado viendo a los demás competir en unos Juegos Olímpicos sin mi. Mi equipo y yo nos enfocamos mucho en fortalecernos.”

El logro de clasificación para Tokio 2021 fue una gran sorpresa, llegó en cuarto puesto y alcanzó el puntaje necesario para participar en los juegos olímpicos. Al conocer sus resultados, la felicidad invadió su corazón y el de sus compañeros, pues en el equipo cuentan con lazos de amistad fortalecidos por ese objetivo común.

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Inspiración familiar

José cuenta con varios pilares de resiliencia en su vida, entre ellos su abuela, quien junto a su madre le enseñó la verdadera valentía por medio de su ejemplo de resiliencia y trabajo. De igual manera, su tía Mirna Ortiz, también marchista competidora en 20 km, ha sido una figura prominente en su carrera profesional y una inspiración sustancial.

Su fe lo sostiene en los momentos difíciles, pues el orar y pedirle fuerza a Dios son lo que renueva su determinación y el recuerdo de la pasión que lo llevó al deporte desde un inicio.

Una caída, una lección

La Copa Panamericana de Ecuador fue un momento duro. El cansancio predominó y los resultados no fueron los esperados, pero una vez más su entrenador llegó a levantarle la cabeza para mostrarle el camino que habían recorrido juntos. Y fue así como el atleta y su equipo trabajaron para enmendar los errores y continuar hasta la meta.

José afirma que de esta experiencia aprendió que “cuando el atleta se acomoda pierde la mentalidad competitiva necesaria para mantenerse entre los mejores.” Parte de esta preparación interna y cambio de perspectiva es el extraer lo positivo de cada fracaso, pues éstos le hacen examinar sus puntos débiles para convertirlos en fortaleza.

Valentía en la carrera

El deseo de competir y la resiliencia de José Eduardo nacieron desde casa; situaciones difíciles lo llevaron a tomar la decisión de convertir su creciente necesidad de independencia en coraje y forjar su propio camino.

Representar al país en un evento tan importante y formar parte de un gremio lleno de talentosos atletas es un acto de valentía para José. Pone de ejemplo a Erick Barrondo, quién ganó la primera medalla olímpica para Guatemala en los Juegos Olímpicos del 2012. Ve valentía en no sentirse pequeño junto a aquellos con quienes compite, pues a pesar de las diferentes historias detrás de cada competidor, considera que todos tienen el mismo potencial.

El valor cotidiano se ve reflejado en el trabajo duro, en el esfuerzo que realiza para sacar adelante a su familia y no dejarse derribar por los vientos de la adversidad. La pandemia no es tema fácil, José en especial se sentía preocupado por no llegar a la marca necesaria para participar en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, aprendió a mantener el mismo nivel de esfuerzo para alcanzar los resultados que tanto sueña, y a cuidarse a sí mismo y a su familia para poder seguir haciendo lo que más ama.

Cada paso que José Eduardo Ortiz da está lleno de valentía, esfuerzo, y una competitividad que impresiona a cualquiera que se detenga a escuchar su historia.

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