ASTRID, LA JINETE ESTRELLA DE OLIMPIADAS ESPECIALES

 dentro de Confidential, Mente

Dirigir un caballo no requiere fuerza. Al contrario, para lograr una conexión se necesita dulzura y sutileza, dos cualidades que Astrid Barahona, medallista en los Juegos Mundiales de Olimpiadas Especiales, posee.

Los Ángeles 2015. Algunos jinetes iban acompañados de sus caballos, equinos a los que conocían bien: este corre un poco, este baja la cabeza, es rápido o un poco bravo. La delegación que iba representando a Guatemala ese año iba a concursar con animales prestados, elegidos al azar. Había dos opciones: una yegua, cuya dueña indicó que no le gustaba que le tocaran la cara porque se molestaba y mordía, y otro ejemplar, uno más dócil.

La entrenadora, Norma Massis, estaba platicando con la dueña de la yegua y otras personas, cuando se percataron que Astrid se había ido directo a la yegua, la vio directo a los ojos por algunos segundos y con sus manos le sostuvo el rostro para darle un beso en la frente. El animal cerró los ojos y bajó la cabeza para permitirle a su nueva jinete que la montara. Fue con ese ejemplar que la joven atleta ganó dos medallas: una de bronce y otra de plata. “Para poder llegar a tener una conexión de ese tipo pasan meses, incluso años. Cada caballo representa un grado de dificultad y que Astrid en poco tiempo haya logrado conducir y conectarse demuestra el ser humano que es”, opina Norma.

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Llega a la sesión de fotos en ciudad Cayalá. Es una joven sonriente, amable y sumamente cariñosa, aprovecha cada ocasión para abrazar a la persona que le acompaña, Gloria Fernández, la psicóloga de Ciudad Anini, su hogar. Viste una blusa rosa y un pantalón de lona.

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Llega su turno para ser fotografiada. Se desenvuelve con soltura, posa con las dos medallas que ganó en Los Ángeles y después inicia la entrevista. No puede hablar muy bien, “deben someterla a una operación en la lengua para mejorar el habla”, explica Gloria. Pero en Casa Anini, donde vive desde 2006, han ideado formas alternativas de aprendizaje y recibe terapia para mejorar su lenguaje.

“Puedes ver hacia esta dirección”, le indica el fotógrafo y ella atiende a estas instrucciones. Es parte del grupo de atletas de Anini que participa en Olimpiadas Especiales de Guatemala. La iniciativa funciona desde 1962 en Estados Unidos y llegó al país en 1978, “como una institución benéfica, no lucrativa que se dedica a proporcionar entrenamiento y competición deportiva gratuita a lo largo de todo el año, a personas mayores de ocho años con discapacidad intelectual”, indica su página web. Su objetivo es integrar a todas las personas con discapacidad intelectual a la sociedad para eliminar prejuicios y demostrar que tienen capacidades y pueden convertirse en ciudadanos útiles, respetados y productivos. Hace 14 años contactaron a Anini para que los niños y jóvenes del hogar participaran. Incursionaron primero en atletismo y después en equitación.

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Astrid y los caballos

Norma Massis monta desde los 8 años y es entrenadora de equitación y equinoterapia desde hace casi dos décadas. En el transcurso de su carrera la contrataron como entrenadora para una persona con parálisis cerebral, para ella averiguó sobre Olimpiadas Especiales. “Preguntando llegué con las personas adecuadas y me ofrecí como entrenadora voluntaria. No había equipo de equitación así que lo fundé. Llamamos a 50 atletas y elegimos 20, Astrid entre ellos”. Desde ese momento a la fecha han transcurrido cuatro años.

Elegí a Astrid porque me sorprendió la conexión que logra con los caballos. Iniciaron los entrenos y ella tenía todas las aptitudes para practicar el deporte. “A los dos años y medio conseguí que nos prestaran caballos y pistas una vez por semana, durante dos horas. Cada alumno tiene una sesión de 15 a 20 minutos por semana”, cuenta Norma.

En 2015, en los Juegos Mundiales de Verano, que se celebraron en Los Ángeles, participó una delegación de cuatro atletas en equitación. Estaban bien preparados de ahí que el resultado fuera de cinco medallas, dos las ganó Astrid. Ella es disciplinada, no se inmutó por estar en otro país, ni por montar un caballo con el que nunca había entrenado. “La delegación estuvo a la altura de atletas que entrenan 5 días a la semana, dos horas diarias. Los chicos de Anini son disciplinados, cumplidos, no faltan, se comprometen con el entreno”, opina Norma.

En la pista

Los jóvenes jinetes aprenden a conducir el caballo, equilibrarse en él y hacer relevos. Los chicos deben dominar tres niveles: paso, trote y galope. Se requiere carácter para decirle al caballo hacia donde ir y cómo detenerlo. Astrid posee donde mando para dirigir a su corcel, consiguió realizar los dos primeros niveles por sí misma, sin ayuda. “Es una persona perseverante, no se rinde. Tiene un carisma espectacular, se gana a todos con su actitud sonriente, besando y abrazando”, opina su entrenadora. En los Juegos Mundiales en los que participó la rutina era dura: levantarse a las 4:00 o 5:30 de la mañana para terminar la jornada a las 23:00 o 24:00 horas y ella siempre tuvo una buena actitud, animando a los demás.

Su éxito en la equitación es evidente: la conexión con el caballo no se hace a través de la fuerza, es a través de la dulzura y sutileza y Astrid lo ha logrado.

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