EL PODER DE LA ACTITUD

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“Si algo me regaló Dios a través de la dificultad fue la tenacidad, yo tengo que lograrlo y no hay otra opción”, asegura Mariana de Petersen, quien ha empoderado a otras mujeres a través de sus conocimientos en lactancia materna y su propia vida. “Perdí mi brazo a los tres años y tuve la gran, gran, gran bendición de tener a una mamá que nunca me hizo sentir diferente por no tenerlo”.

Abrí la puerta y ahí estaba ella, sonriente, con sus dulces ojos de color café. Se mostraba amable, sensible, como una mamá amorosa. Su voz me hacía sentir paz, contestó todas mis dudas y las de mi esposo. ¿Cómo debo sostener al bebé para amamantarlo?, ¿debo darle de comer cada vez que llora?, ¿cómo lo baño?, ¿cómo lo cambio?, ¿cómo le corto las uñas? Una lluvia de preguntas la empezó a empapar, pero ella respondía muy didáctica y amena.

Un niño recién nacido es como un pequeño muñeco, sus brazos y piernas están como encogidos. Cambiarlo por primera vez resulta un reto porque uno siente que se quiebra, pero Mariana lo agarraba con agilidad, le quitaba las sábanas y lo acomodaba entre mis brazos, “puedes sostenerlo así cuando estén acostados”, “así cuando estés sentada”. Al final de la tarde me sentía más segura de lo que hacía, estaba convencida con mi método de crianza. Nos despedimos y hasta ese momento noté algo peculiar en ella, toda la tarde había realizado las demostraciones con una sola mano. Esta es una historia real, así conocí hace 3 años a Mariana de Petersen, Consultora Internacional en lactancia materna y Líder de la Liga de la Leche. Ahora, ella comparte su historia para empoderar a otras mujeres ya sean madres o personas que han perdido algún miembro de su cuerpo.

La niña en la bicicleta

Perdí mi brazo a los tres años y tuve la gran, gran, gran bendición de tener a una mamá que nunca me hizo sentir diferente por no tenerlo. Jamás dijo, “ay tú, pobrecita, no podés”, todo lo contrario, “vamos a hacer lo que todos están haciendo” y juntas encontrábamos la manera de hacerlo: cocinar, sembrar en el jardín, manejar bicicleta. Si en las fiestas de 15 años la tendencia era utilizar vestidos largos, me compraba vestidos largos, si era colocarse flores en la cabeza, me colocaba flores en la cabeza.

Estudié en el Colegio Asunción y lo menciono porque fue determinante para mi formación. Yo hacía todas las manualidades: gorritos para el papel de baño, suéteres de bebé, coser a máquina, mecanografía. Ningún maestro estaba para regalarme un punto, tenía que ganármelo. Incluso mis compañeras aprendieron a apoyarme, recuerdo una vez que le dije a la profesora “Ay no Vicky, esto es muy difícil, yo no puedo, por favor considéreme”, una de ellas se levanta y dice “póngale a hacer el doble porque ella sí puede hacerlo, por haragana está diciendo eso”. Entre todos se formó un gran equipo, uno del que yo me sentía parte. Gracias al amor incondicional de mi madre, y experiencia que, aunque representaba un reto, ayudó a construir carácter en mí.

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La voz

Me obsequiaron una entrada para el concierto de Tony Meléndez, el guitarrista que ejecuta su instrumento con los pies a falta de ambos brazos y ofrece charlas motivacionales para empoderar a los demás con su historia. Llegó el día y asistí, estaba en medio concierto cuando, literalmente, escuché la voz de Dios que me decía: “Quiero que trabajes donde la gente te vea”.

Desde que nació mi primer hijo, a inicios de los años 80, me acerqué a la Liga de la Leche Materna.  Ellas descubrieron mis capacidades de liderazgo y me invitaron a capacitarme. En el año 83 me certifiqué y empecé a formar grupos para dar información y apoyo a las madres que quisieran amamantar. Y así fue durante muchos años, incluso obtuve una certificación para poder trabajar el tema en hospitales. Capacitaba personas para ser líderes de la Liga a nivel América Latina, un empleo donde no me veían porque estaba detrás de la computadora, era un trabajo exitoso, sí, pero Dios tenía otros planes para mí. En 2007 me llamaron del Hospital Roosevelt para que fuera a dar una charla sobre extracción de leche manual. Para eso necesitaba a una mujer que acabara de tener a su bebé y estuviera dispuesta a hacerlo frente a los médicos. Subí al área de maternidad y me demoré porque había muchas preguntas de madres y enfermeras.  Después de haber dado esa charla como voluntaria, me invitaron a trabajar para ellos, acepté de inmediato con la ilusión de lograr grandes cambios para las madres de Guatemala. Empecé en agosto y tuve el gran privilegio de contar con un jefe que confiaba en mi trabajo. Instalamos el Banco de Leche, la Clínica de Lactancia Materna, capacitamos a las enfermeras de Maternidad y Pediatría, a los residentes se les impartía un curso básico de lactancia. El Roosevelt quería certificarse como Hospital Amigo de la Lactancia Materna, certificación extendida por UNICEF

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“Señoras, buenos días. Vengo a impartirles una charla”, les decía con mi cuaderno entre la bolsa de la bata y mis materiales. Yo nunca había percibido que fuera tan evidente la falta de mi brazo, pero las pacientes lo notaban de inmediato. Me ponían atención, preguntaban y las dudas quedaban resueltas.  Les colocaba bien a su bebé, les enseñaba a extraerse la leche y conversábamos sobre la importancia de dar sólo leche materna y amamantar por 2 años o más. Fue allí que comprendí porque (por qué) no tenía el brazo: era para ganar su atención y poder hacer algo trascendente para los demás, porque la lactancia hace mejores personas, mejores familias y la mujer gana tanta confianza, se empodera para criar ciudadanos más saludables y seguros de sí mismos.

Mi trabajo ha sido voluntario, he viajado a talleres regionales y conferencias internacionales. Estoy convencida que Dios nos da los anhelos de nuestro corazón si nos disponemos a servir al prójimo. Fui nombrada representante de América Latina para ir a un taller que organizaba UNICEF en Tailandia, allí aprendí la técnica de alimentación con vasito, una técnica innovadora para no usar biberón. Recuerdo cuánto le costaba al personal del hospital incorporar la técnica en sus rutinas…

(El día que hubo un problema en el hospital le dije a la enfermera: “tráigame, por favor, un vasito y alimentemos al bebé”. Ella respondió que eso no se hacía ahí, y con mucha humildad, le dije, aún no lo sabe, pero pronto lo aprenderá. Ella y el médico no estaban muy seguros, pero)

les proporcioné literatura que lo sustentaba y empezamos a implementarlo. También logré que se realizara la práctica de colocar inmediatamente al bebé sobre el cuerpo de su mamá después del parto en contacto piel a piel y que ambos fueran trasladados juntos! Con la ayuda de Dios conquisté espacios y vencí obstáculos.

En 2012 dejé de trabajar en el hospital. Decidí ofrecer mis servicios a otros sanatorios, pero no hubo mayor interés. Empecé entonces a asesorar a madres en su casa, una familia recomienda a la siguiente. Siempre me marcho contenta y satisfecha porque puedo notar que la mamá, después de ese tiempo juntas, resuelve sus dudas, tiene apoyo e información para amamantar y se siente con confianza para lograrlo.

He dedicado 35 años de mi vida a este trabajo y el interés por la lactancia materna ha aumentado. La población está más consciente de los beneficios y dispuesta a lograrlo. Si algo me regaló Dios a través de la dificultad de mi brazo es la tenacidad, yo tengo que lograrlo y no hay otra opción. Siento que al hablar de lactancia logro transmitir este mensaje que empodera a otras familias.

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Fotografía EVA ZELENKOVA /

Joyería Alessa /

Locación Fotosónico

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