NACER, CRECER Y CAMBIAR EL SEGUNDO DEPARTAMENTO MÁS POBRE DEL PAÍS

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Logró ser la primer mujer graduada de la universidad de su familia y vencer las condiciones de pobreza. Norma Baján, al frente de la Asociación Estrella de Mar, está segura que la educación es la mejor arma para transformar, “invertir en la educación de las niñas cambia a su generación, porque esta mujer estudiada y graduada romperá los ciclos de la pobreza, el analfabetismo, la desnutrición y será un modelo distinto para otras”.

Sololá es el segundo departamento más pobre de Guatemala, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Ahí donde el paisaje es paradisiaco, ahí donde los visitantes toman un descanso para desestresarse del día a día de la Ciudad Capital, 8 de cada 10 pobladores viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema. Adultos que siembran en pequeñas parcelas de tierra y apenas logran lo suficiente para subsistir, mujeres que cuidan de sus niños o buscan otra forma de negocio: ventas de comida, verduras, artesanías…niños, niñas y adolescentes sin acceso a servicios básicos o recreación que deben dejar sus hogares y buscar suerte en Estados Unidos o bien, marcharse a la ciudad capital a limpiar casas, trabajar en tortillerías o limpiar vidrios en los semáforos, sorteando toda clase de peligros en las calles. 

Uno de sus 19 municipios, Panajachel, resulta un faro luminoso para las niñas del departamento. La Asociación Estrella de Mar, que inició sus labores en 2008, busca “promover el liderazgo local, innovación empática y compromiso para liberar el potencial femenino”. A través de la selección de un grupo de “jóvenes estrellas” que marcarán la diferencia en sus comunidades. Sus participantes graduadas y miembros del equipo han sido reconocidas por la ONU, revista Forbes y Fondo Malala, por citar algunos. Al frente de la organización está Norma Baján, una mujer maya kaqchikel con una misión: cambiar el futuro de las jóvenes de Sololá.

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El Traslado

Hace treinta y nueve años, cuando Norma Leticia Baján Balán tenía un año, su familia se mudó de Quixayá, una comunidad colindante con el área costera del país, a San Lucas Tolimán. “La historia es así: Un sacerdote de la parroquia de San Lucas conoció a mis papás, ambos líderes de la comunidad. Mi papá apoyaba proyectos de implementación de energía eléctrica y agua potable y mi mamá capacitaba a otras mujeres o ayudaba a preparar la refacción en las escuelas. Éramos una familia grande (9 hermanos) y nos invitó a vivir en un pueblo más urbano, nos ofreció becas escolares y así tuvimos acceso a la educación”.

Los padres de Norma estudiaron hasta segundo primaria, él, y seis meses, ella, pero sabían leer, escribir y realizar operaciones matemáticas. Ambos deseaban un futuro distinto para sus hijos y decidieron tomar la oportunidad que les ofrecía el sacerdote. “Soy lo que soy ahora por ellos. Nunca me dijeron ‘tienes que ser perseverante, tienes que ser honesta o tienes que trabajar’ sino que lo inculcaron a través de sus acciones: se alejaron de su comunidad pese a que tenían que empezar de cero y adaptarse a un nuevo clima, lucharon con los recursos que tenían para sacarnos adelante y fueron muy trabajadores”, recuerda Norma.

Cursaba la primaria y una voluntaria llegó a la parroquia. Era una mujer joven que tocaba guitarra en la misa, recorría el pueblo en bicicleta o en carro. La pequeña Norma gustaba de la lectura y siempre se la encontraba en la biblioteca, la veía con muchos libros. “Ella me inspiró y supe que para una mujer era posible hacer todo eso porque en la comunidad no había otra haciéndolo”, cuenta Norma. Ese modelo cercano la inspiró a seguir estudiando y encontrar su camino. Cursó el ciclo básico y diversificado con beca. Se graduó de Perito Contador, “no era la carrera que quería pero las posibilidades de mis papás no me permitían estudiar en otro lugar o carrera (en el pueblo solo existía esa)”. 

Fue criada para luchar y vencer cualquier obstáculo, para dar lo mejor de sí misma y aprovechar cada oportunidad. Durante sus años escolares tuvo que trabajar medio tiempo para costear gastos extra, por ejemplo lavar los pañales del hijo de sus vecinos, por Q2 o Q3, cortar café o hacer la limpieza en casas de otras personas. Aprendió a administrar bien su tiempo y entradas monetarias. 

Tenía sed de conocimiento y tocó las puertas de EDUMAYA, que en ese momento tenía una alianza con la Universidad Rafael Landívar y fondos de USAID, y se le abrieron: estudió Administración de Empresas. “Por un tiempo me quité el traje por la forma en la que las personas me tratataban. Vivimos en un país machista que te discrimina por ser mujer, indígena, pobre y a eso sumarle que venía del área rural. Recibía cuatro formas de discriminación muy fuertes. Fue una decisión difícil pero era para poder aguantar, porque mi meta era terminar la universidad”.

Después de obtener el título regresó a su pueblo y retomó el traje. Pero el racismo continúa “incluso ahora que soy profesional, tengo un recorrido laboral y he viajado por el mundo, he vivido experiencias de personas que me hacen gestos en la fila del banco, ‘como si apestara solo por llevar mi traje’, o he escuchado cuando voy manejando, ‘ve, esta india qué se cree’”. Sin embargo es una mujer que se siente orgullosa de su identidad y está dispuesta a empoderar a otras niñas para que no se den por vencidas.

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Estrella de Mar 

Sus primeros trabajos fueron en una coperativa de café y en una oficina de contabilidad. Pero las puertas se abrieron cuando cubrió las vacaciones de una persona en la capital, “mi papá me enseñó a aprovechar cualquier oportunidad. Llegué a la ciudad, a Kindernothilfe (KNH), y en el interinato demostré mis conocimientos y las ganas que tenía de trabajar y me contrataron. Sus programas estaban enfocados en la educación de niños a nivel primario y básicos. En ese lugar nacieron mis ganas de seguir aprendiendo y el compromiso de desarrollar la educación”.

Por cinco años permaneció en la Ciudad de Guatemala, después se trasladó de nuevo a Sololá para trabajar en la organización Puente de Amistad, que estaba arrancando en Santiago Atitlán. El programa era una combinación de préstamos y capacitación a mujeres “y allí nació mi pasión de trabajar para ellas. El hecho de ser testigo de cómo una mujer pobre, después de recibir un capital de Q300 o Q400 para invertir en su negocio, reinvertía en la educación y salud de sus hijos, y nuevamente en su emprendimiento…eso me motivó porque veía a mi madre en cada una de ellas”. Empezó como directora hasta llegar a dirigir la iniciativa, trabajar con 10 departamentos y 17 mil clientes.

Los fundadores de Puente de Amistad la invitaron a formar parte de un nuevo proyecto. Las mujeres con las que trabajaban ya tenían una vida construida: vivían en violencia, en pobreza, tenían una familia y poco acceso a la salud, ¿qué sucedería si dieran un paso atrás e invirtieran en quienes aún no habían llegado a ese problema, es decir, las niñas de 12 años? “Ellas estaban a punto de tomar dos caminos: el que las llevaría a seguir el mismo ciclo de vida que sus madres o el de la educación para cambiar su vida”. Ahí nació “Estrella de Mar”.

Las cifras a nivel nacional dan cuenta que hay más acceso a la educación: más niñas van al colegio pero al terminar Sexto Primaria se estancan. El Anuario Estadístico del Ministerio de Educación indica que, en 2016, 8,857 niños y niñas fueron promovidos de Sexto Primaria pero solo 3,625 fueron inscritos en Primero Básico. Es la pobreza, la falta de establecimientos en sus comunidades, los papás ven la educación como un gasto más que como una inversión, ¿y cómo podrían pensar diferente si obtener el salario mínimo es un sueño inalcanzable para ellos?, se cuestiona la entrevistadora. “Muchas niñas cuidan a sus hermanos, hacen la limpieza en su hogar o en casas ajenas, van a vender al mercado, se casan o se marchan a la capital a las tortillerías”, explica Norma.

La situación no ha cambiado en 30 años, las condiciones que enfrentó Norma son las mismas. Para muchas resulta imposible estudiar. “En mi caso fue difícil tener acceso a estos espacios pero lo logré a través de distintas organizaciones y eso es lo que buscamos para nuestras niñas”. 

Ellas reciben dos discursos, en su comunidad:  sos mujer, naciste para casarte y tener hijos ; fuera de su comunidad:  los indígenas no trabajan, son conformistas, no tienen sueños ni quieren salir adelante. 

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Para contrarrestar ambos, Estrella de Mar trabaja seis competencias: Resiliencia, salir adelante a pesar de los enventos a los que se enfrenten. Pensamiento crítico, analizar posturas, discursos y opiniones y ofrecer un punto de vista distinto. Voz empoderada, no te puedes quedar callada, debes decir lo que piensas y levantar la voz cuando veas injusticias. Red de apoyo intercultural, porque saben que solas no pueden pero creando una red de apoyo podrán cumplir sus objetivos. Emprender e innovar, crear cosas direrentes y nuevas para sus comunidades y crear nuevas prácticas y políticas para el desarrollo. Excelencia, dar lo mejor de sí para obtener los máximos resultados. Además, las niñas reciben capacitación, formación de derechos y obligaciones ciudadanas. 

Estrella de Mar cuenta con el Colegio Impacto, que acoje a niñas indígenas que están bajo la línea de pobreza y pobreza extrema. Vilma Saloj es la directora. Según las estadísticas, el adulto indígena promedio cuenta con 2.5 años de escolaridad a nivel nacional y el equipo quiere cambiar esta realidad. El establecimiento trabaja con cuatro metas: autonomía económica y movilidad, logros educativos (15 años de estudio), salud y familia (vida llena de elección) e impacto infinito (promover el liderazgo femenino).

Norma dice sentirse satisfecha y bendecida por haber logrado sus metas, “han pasado muchas personas y modelos de vida, cada una ha sido importante para mi construcción. Eso no me aleja de las responsabilidades porque me sé modelo para las niñas al igual que todas las colaboradoras”. Y ese pensamiento y su trabajo la han llevado como invitada dos veces a la Casa Blanca, en la administración de George Bush y de Barack Obama. 

Para conocer más de la iniciativa puedes visitar:

www.estrella-impacto.org
fb.com/estrellaimpacto
@estrellaimpacto

fotografía DIEGO LEE 

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