LEJOS DE CASA: TRATA DE PERSONAS EN GUATEMALA

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La historia de Lucía, quien estando en la “tranquilidad” de su universidad, fue retenida contra su voluntad mientras que todos su familiares la buscaban.

Por Lucía Samayoa

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La ONU deduce que por cada persona rescatada en el mundo, otras 30 siguen ocultas dentro del negocio de trata de personas.

El miércoles 5 de octubre de 2016, como todos los días salí de mi casa un poco más tarde de lo normal para dirigirme a la universidad. Me di cuenta que había olvidado mi celular en mi casa, pero ese día iba a salir temprano de clase, entonces no me preocupé tanto. A las nueve de la mañana, durante mi tiempo libre, aproveché para averiguar información acerca de la carrera de veterinaria; ubicada en uno de los últimos edificios de la universidad.

Mientras caminaba hacia el edificio, vi a unos hombres que parecían estudiantes de la universidad y estaban haciendo un sondeo o prueba de productos nuevos. Me imaginé que eran de Mercadotecnia o Económicas, o que llevaban algún curso en el cual tenían que hacer un proyecto, (porque normalmente esas pruebas o ventas las hacen los estudiantes).

Siempre he ayudado a llenar encuestas y esta vez no fue la excepción. Era una encuesta como cualquier otra en donde probé un pastelito que iba a estar a la venta y un jugo de manzana “natural”. Menos de un minuto, después de probar el jugo de manzana “natural”, perdí el conocimiento.

En Guatemala hay más de 20,190 víctimas de trata de personas (PDH, 2016).

Pocas horas pasaron y mi vida cambió. Cuando recobré el conocimiento me encontraba en un lugar desconocido, con personas desconocidas, sin saber lo que pasó…simplemente estaba en shock. No podía hablar, no podía llorar, mucho menos gritar, porque simplemente no sabía que estaba pasando; verdaderamente me sentía impotente.

Mi último recuerdo fue haber tomado el jugo que me habían dado y después nada. Ojos vendados, atada y apenas podía moverme. En el lugar al que me llevaron, había otra chica, se escuchaba como si tenía unos 20 años. Luego de un rato, escuché que se la llevaron y ella gritaba; eran gritos de dolor y sólo podía pensar que eso era lo que me esperaba.

Cuando ya no escuché más gritos me volvieron a hacer tomar algo más y de nuevo perdí el conocimiento. No sé qué es peor, saber si te hicieron daño o no y estar consciente de eso o perder el conocimiento; sobretodo porque no tengo recuerdo alguno de lo que pasó.

No se cuánto tiempo estuve así, pero sí se que fue poco tiempo el que me mantuve consciente de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Cuando volví a despertar me dolía todo el cuerpo, luego llegó una señora y me dijo: “Ahora tienes que terminar el trabajo”, me dio ciertas instrucciones y me amenazó si no las cumplía.

Y yo impotente por el miedo a que me mataran seguí todas las instrucciones. Una vez hice todo lo que me dijo la señora, me dejaron libre; en un lugar que no conocía, rodeada de gente que no conocía.

Fue horrible el pánico que tenía de pensar que toda la gente de ese lugar era cómplice y que cualquier mal movimiento que hiciera, me mataban. Luego de que me dejaron libre lo primero que hice fue pedir ayuda a Migración, ahí me reconocieron y llamaron a las autoridades.

Sinceramente, ese ha sido el momento de mayor felicidad que he tenido en mi vida. Por lo que me contaron más adelante, lo primero que hicieron fue difundir la noticia en redes sociales; más que todo en Facebook. Y algunas personas ayudaron a mi familia a difundir la noticia en radio, periódico y noticieros.

Ellos no se quedaron esperando; acudieron al Ministerio Público, a un grupo antisecuestros y prácticamente hicieron hasta lo imposible.

Las redes sociales fueron un gran apoyo al inicio, porque por distintas publicaciones la gente sabía quién era yo y estaban alertas por si me veían. El que me reconoció se enteró a través de Facebook y esto ayudó mucho.

Según el Informe elaborado por el Procurador de los Derechos Humanos (PDH), los casos de trata de personas en Guatemala aumentaron un 23% en 2015, con un total de 673 registrados.

Cuando me reconocieron en Livingston, el que me reconoció era amigo de los mejores amigos de mis papás y él se encargó de informar a mis papás que ellos me tenían y me dio la oportunidad de hablar con mis papás ese mismo día. Yo seguía pensando que aún era miércoles, perdí el sentido de tiempo y espacio por completo. Esto fue aproximadamente a las nueve de la mañana, y me reuní con mis papás hasta las cinco de la tarde, ya que ellos tenían que movilizarse desde la ciudad hasta Izabal.

Lamentablemente, en mi caso, me secuestraron dentro de la Universidad. La USAC es una universidad pública donde entra y sale cualquier persona. No culpo a la universidad, pero es impactante y frustrante que diariamente en Guatemala hay secuestros y más aún dentro de un centro educativo.

De acuerdo con el Informe Anual sobre Trata de Personas (2016), “Guatemala es un país de origen, tránsito y destino para hombres, mujeres y niños sometidos a la trata con fines de explotación sexual y trabajo forzoso. Las mujeres, niñas y niños guatemaltecos son utilizados en la trata con fines de explotación sexual dentro del país, así como en México, Estados Unidos, Belice y otros países”.

La trata de personas es real, ocurren secuestros a diario y la mayoría, terminan en tragedia, gracias a Dios no es mi caso. Luego del infierno que viví, regresé a los brazos de mis papás y contaba con el apoyo de mi familia. Pero ¡vaya sorpresa! Me vine a encontrar con otro tipo de infierno: cyberbullying, burlas, memes, mentiras y especulaciones de gente que ni me conocía.

“Que me había ido con mi novio”, ni siquiera tengo, “que me había ido de parranda”, “que era un berrinche”, miles de versiones se viralizaron por Internet. Personas que ni me conocían levantando falsos sobre mí, sin saber el infierno que había pasado. Porque si hubiera terminado en tragedia sería una mujer más asesinada, pero como no terminó en tragedia muchos usuarios de redes sociales tomaron el papel de detectives y sin prueba alguna comenzaron a sacar conclusiones que no eran ciertas y a tacharme con nombres que hieren.

Lo más triste es que la mayoría de todos esos comentarios abusivos y de mal gusto venían de mujeres; así de naturalizado está el sistema patriarcal en Guatemala que muchas de las primeras en señalarme fueron mujeres.

Ante todo esto me sentí decepcionada y enojada, sin embargo, no ganaba nada enojándome porque yo sabía lo que en verdad pasó, mi familia me apoyó, y el haber sobrevivido a esta experiencia traumática me bastó. Actualmente el tratamiento psicológico y la ayuda me la está dando Fundación Sobrevivientes.

La Ley contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas fue aprobada por el Congreso de la República de Guatemala el 18 de febrero de 2009, mediante el Decreto 9-2009.

Me siento feliz de poder estar hoy contando mi historia y no ser parte de una estadística más de asesinato. Y más allá de un daño físico, queda un daño mental y emocional. No solo por lo que me pasó, sino por la reacción de la sociedad, porque a sus ojos, lo que ocurrió no fue lo suficientemente entretenido, y entonces comienzan a crear teorías y empieza un “linchamiento público” porque no sufrí lo suficiente.

Estamos tan acostumbrados a leer y escuchar de asesinatos y secuestros, que cuando ocurren y no tienen una tragedia como final, lo primero que se les viene a la mente es “seguramente se fue de fiesta”, “fijo se escapó con el novio”. Y solo puedo pensar: “Lo siento si esperaban un cadáver, lo siento por no aparecer muerta, o mutilada. Lo siento si no hubo un final triste”.

Lo siento por la gente que esperaba eso, y que me atacó en redes sociales; porque dan a entender lo deshumanizados que están. El único consejo que puedo darle a cualquier ciudadano guatemalteco es que traten de no ir solos por lugares alejados y además que no acepten bebidas ni alimentos de personas desconocidas. En estos casos es sano desconfiar, porque uno nunca sabe con qué tipo de gente se va a topar.

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