Leticia Teleguario: Wisdom, Heritage and Power

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Leticia Teleguario es una mujer alegre y entusiasta con gran sentido del humor, y también con una gran convicción sobre la importancia de trabajar por una mejor sociedad. Desde niña aprendió que los sueños eran siempre compartidos, que no se trataba de luchar por logros únicamente personales sino, sobre todo, colectivos y se dispuso a dedicarse a ello. Nació en Patzún, Chimaltenango, donde aprendió como otros y otras jóvenes la importancia de servir a su comunidad. Es a ese aprendizaje al que atribuye su pasión política. No un interés en la lógica partidista sino un compromiso con aportar al cultivo de relaciones más productivas y justas en la sociedad. Para Leticia se trata de hacer política, entendida como potencia de transformación, tanto desde la cotidianidad como desde el acceso de personas históricamente excluidas, como las mujeres indígenas, a espacios para la toma de decisión. Esto implica desarrollar diálogos, el respeto a la palabra, la práctica de resolución de conflictos y la búsqueda por el bien común. Hoy se dedica a construir puentes de comunicación entre diversos sectores de la sociedad y considera que una de sus mejores virtudes es la de poder dialogar.

Como mujer maya kaqchikel, se siente unida a otras mujeres que han enfrentado dificultades en un país tan complejo como Guatemala, marcado por exclusión tanto de las poblaciones originarias como de las mujeres, donde las mujeres indígenas se encuentran en un estado de vulnerabilidad aún mayor. No obstante, también resalta que las mujeres indígenas se caracterizan, a partir de esa experiencia, por la resistencia, la lucha y el deseo de participar en la mejora de la realidad no sólo propia sino también de otros y otras. Ello requiere que mujeres de diferentes generaciones y saberes se unan y trabajen juntas en favor de sus familias, sus comunidades y la sociedad en general. Leticia también es madre, profesional y política, roles que entiende desde su compromiso con la colectividad.

La pérdida repentina de su padre siendo muy jóven fue una experiencia que forjó su carácter pues esto significó que ella y otras dos mujeres de su familia tuvieran que trabajar juntas para salir adelante. El asumir responsabilidades temprano en su vida y migrar a la ciudad enfrentando enormes desafíos –como la discriminación por su indumentaria y su idioma–, la hizo resiliente y perseverante y le enseñó la importancia de defender sus convicciones más profundas: el legado que otras mujeres indígenas le han dejado.

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El privilegio de haber atestiguado desde muy jóven la lucha de su madre y su abuela, quienes le demostraron que las mujeres indígenas tienen la capacidad, el conocimiento y la fortaleza para cambiar su realidad. Esto le permite hoy ver hacia atrás y reconocerse heredera de una potencia única. Por estas razones entiende el valor de invertir tiempo en la familia y las amistades, más allá que solo la vida profesional. Así como otras la han acompañado, dice, tiene el compromiso de acompañar a otros y otras. Las experiencias y saberes ancestrales transmitidos por las mujeres en las comunidades le permitieron transitar por caminos que en algún momento pensó imposibles. Esas mujeres son las responsables de que el mundo haya sido mejor para ella y pueda seguirlo siendo para las niñas y las jóvenes que aspiran a una vida digna.

Las mujeres son para Leticia sinónimo de capacidad, fortaleza, confianza y sobre todo resiliencia. Ellas tienen todo el potencial de cambiar el mundo y la sociedad. Ser mujer indígena, además, añade un factor sumamente importante: implica ser portadora de conocimientos ancestrales de abuelos y abuelas, es ser parte de la historia, la cultura, los principios y los valores de los pueblos originarios, lo que considera un gran sustento para la búsqueda de mecanismos para cambiar el mundo a través de la justicia social. 

Hablar de justicia no se limita solo al campo legal. Leticia hace énfasis en que se trata de la búsqueda permanente de la igualdad de oportunidades y la garantía de los derechos humanos para todas las personas; el alcance de la dignidad humana, la solidaridad y el respeto de los derechos de todos y todas independientemente de su posición social, política o económica, su identidad étnica y de género. Es por ello que como parte de diferentes colectivos, y desde diversas experiencias de liderazgo (como en Vital Voices y la Plataforma de mujeres indígenas), siempre ha contribuido a que otras niñas y mujeres indígenas alcen sus voces y puedan ser escuchadas. Su trabajo tiene que ver en gran parte con abrir caminos para otras ante órganos estatales, el sector privado, la comunidad internacional y el sistema de Naciones Unidas, entre otros, y para que puedan llegar a espacios de toma de decisión, algo que ella misma ha consiguió ocupando un cargo público como ministra de trabajo y previsión social. Entiende así que ocupar esos espacios es una oportunidad pero también una responsabilidad.

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Como lo subraya Leticia, la situación actual, no sólo de Guatemala sino de muchos otros países latinoamericanos, requiere de la puesta en práctica del diálogo, partiendo del reconocimiento entre diferentes sectores. Esto es necesario para sentar las bases de un modelo económico sustentable, sostenible, una sociedad igualitaria, un país con justicia social y verdaderamente democrático. Y los pueblos indígenas constituyen más del 44% de la población guatemalteca por lo que “no es posible pensar en una transformación del país sin la inclusión de los pueblos indígenas”. Se trata así de asumir compromisos entre todos y todas, abrazando la diversidad de experiencias y saberes (nuestra mayor riqueza) y colocar a las mujeres, las juventudes y la niñez al centro de las decisiones. Los pueblos originarios ya asumen una gran responsabilidad en el desarrollo del país, al contrario de lo que se piensa desde el imaginario colectivo generalmente cargado de prejuicios. Leticia resalta que éstos son el motor económico del país, son los que lo sostienen. Basta ver las estadísticas de la migración y las divisas. Por otro lado, una gran cantidad de productos de exportación vienen de los pueblos y existe un esfuerzo histórico de las autoridades indígenas de los 48 cantones de Totonicapán y la municipalidad indígena de Sololá que contribuyen a la gobernabilidad del país y al sistema de justicia por medio de la resolución de problemas a través del diálogo. Por otro lado, las mujeres indígenas han sabido construir resiliencia y claridad sobre el aporte que deben hacer para lograr la igualdad. “Sin mujeres no hay democracia y no puede haber igualdad”, agrega Leticia.

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