Una mente creativamente brillante
Descripción: Tras haber asumido la dirección del teatro Lux y aventurarse a vivir de la cultura en Guatemala, Patricia Rosenberg, productora de teatro, pondrá a prueba su ingenio y talento para continuar produciendo puestas en escena destinadas al público más difícil: aquel que no está acostumbrado a acudir a actividades artísticas.
Personajes: Patricia Rosenberg, entrevistadora.
PRIMER ACTO
(Suena la canción Wake Me Up Before You Go-Go de Wham!)
Una pequeña niña acaba de regresar a Guatemala. Visitó Disney y conoció un mundo mágico y fantástico. En ese lugar algo grandioso sucedió: tuvo su primer acercamiento con las artes escénicas. Aunque tímida busca la forma de dejar salir la inspiración que llegó a su ser a través de la vivencia.
Niña: Mamá, me en-can-tan estos programas (en la televisión se transmite América esta es tu canción). Voy a tratar de aprenderme los pasos que hacen esos niños. ¿Puedes pasarme ese LP, por favor?
Se cierra el telón
Voz en off: Patricia Rosenberg era una niña tímida, observadora, pero escuchaba alguna melodía y bailaba. Era feliz. Se aprendía las coreografías que veía en la televisión y las replicaba en el colegio junto a un grupo de amigas. Les encantaba hacer un show para sus maestras durante los recreos. Así fue durante su primaria. Un portal se abrió, algunos años después, cuando su maestra de inglés leyó con la clase una obra teatral. Cada vez que escuchaba un nuevo capítulo, su imaginación creaba un universo paralelo. Un texto especial, el Ramayana, marcó un antes y después en su historia. Con las alfombras que todos los niños llevaron de sus casas montaron el escenario y realizaron una obra.
En secundaria sus sueños luminosos mutaron, en algún momento pensó que deseaba estudiar Administración de Empresas. La vida la llevó al Tecnológico de Monterrey, donde se matriculó en Ciencias de la Comunicación con un solo fin: convertirse en cineasta.
La clase de cine la recibiría durante el octavo semestre. Le fascinó. Después de graduarse cursó un diplomado de cine en la Universidad de Nueva York con el afán de venir a hacer cine a Guatemala, pero los presupuestos eran altos. No resultaba rentable.
SEGUNDO ACTO
(Suena la canción de Cindy Lauper, Girls Just Want to Have Fun. La escena se desarrolla en un café.)
Una mujer alta, delgada, de cabello dorado y ensortijado, rostro angular y agradable entra a Paradigma Café, en 4 Grados Norte (Patricia). Viste una blusa negra, bomber jacket de flores, jeans y tenis blancos. El joven que atiende el mostrador la saluda y ella le pregunta si tuvo oportunidad de asistir a una obra teatral. La música de fondo no permite a la persona que la espera en la mesa seguir la conversación.
Patricia: (Se sienta frente a la entrevistadora, en una pequeña mesa de madera. Habla con tono amable y siempre sonríe. Cuenta un poco de la historia de su vida) Era amishada, pero ¿qué pasa cuando me paraba en un escenario? Sentía seguridad en sí misma. El teatro te dota de habilidad para procesar emociones porque da libertad. Estás jugando, te sientes menos visto y juzgado por la sociedad. El arte es un espacio seguro para sentir, para jugar que eres otra persona; te da la libertad de conectar seres humanos con situaciones difíciles. Al regresar del extranjero vi los Tony Awards y me llamó la atención la obra que ganó el premio a la mejor. No recuerdo bien cuando fue, calculo que en 2003. Era de mitología, pero montada de una forma moderna. Me dije a mí misma “si no puedo hacer el proyecto de cine en Guatemala, voy a hacer teatro”. Quería dirigir algo. Sin experiencia y de 24 años toqué a las puertas del IGA. Ellos me brindaron la primera oportunidad, la obra se llamaba Metamorfosis, era de Mary Zimmerman, del proyecto The Lookingglass Theater. Me gustó el texto, lo traduje, hice audiciones y…(suspira) la experiencia fue maravillosa. En cine puedes llegar a la perfección sin que el público se de cuenta porque puedes repetir las escenas muchas veces. En el teatro solo hay una oportunidad y cada obra es diferente: el público aporta su energía al actor y viceversa, ver esa sinergia fue amor total y me recordé de lo que hacía de chiquita.
Periodista: (Tranquila después de beber un café levantamuertos.) ¿Cuéntame un poco de tu familia?
Patricia: Tengo dos hermanas, una grande y una chiquita. (Hace una pausa) A ver, un poco de background. El lado artístico viene de la familia de mi mamá. Mi bisabuelita, María Luisa Spillari, era artista y mi abuela, Lily Andreu Spillari, era soprano. No las conocí mucho, pero siento que el lado artístico viene de ahí. Mi papá fue empresario en el medio del cine en los 70s y 80s, se llamaba Rodolfo Rosenberg. Inició como boletero a los 16 años y con mucho trabajo logró comprar el cine LUX.
Mi papá falleció cuando tenía 8 años y mi mamá siempre apoyó mis decisiones. No es fácil trabajar en cultura. Soy bailarina, incursioné en el ballet con Coralia Penedo, de no haber elegido la producción teatral habría sido balletista. También bailé con Antonio Luissi. Estuve fuera del escenario y ahora detrás. Siento que la experiencia me ayuda a tener una visión más integral. Me gusta ver al actor en su elemento.
Se cierra el telón.
Voz en off: De día tenía un trabajo normal: producía anuncios para televisión y radio, algo más publicitario. Y en sus ratos libres producía. Realizó una obra cada año de los 5 o 6 que presentó en el IGA, hasta que conoció a su socia, Karina Flores. Ambas bailaron juntas en Scenic Dance e hicieron ¡CLICK! Porque tienen la misma visión y el mismo gusto. Su primer proyecto en conjunto fue haciendo un homenaje a Bob Porter en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. Fue con orquesta en vivo y la Gran Sala se llenó. Ahí nació su empresa Saravandah Producciones.
TERCER ACTO
No suena música. Patricia está sentada y parece que todo a su alrededor se detuvo excepto su historia.
Patricia: (Continúa en el café.) Karina tenía la idea de hacer un show navideño y así nació Navidad Fantástica, que este año cumple 10 años: llevamos haciéndolo 8 en el Teatro Nacional y 2 en la Ermita de la Santa Cruz. Su guionista, Alejandra Estrada, ha sido clave, también para el éxito del proyecto.
Le damos el valor que merece a cada producción. Queremos tener vestuario y escenografía impresionante, que la experiencia del público sea integral.
Saravandah inició con los musicales, el primero fue Mamma Mia! En el Teatro Lux. Pensamos que no iba a llegar muchas personas, pero fue el hit. Nos dimos cuenta que hay sed de buenas producciones y que el talento guatemalteco tiene el nivel de otros países. Las personas pensaban que las bailarinas no eran de aquí, pero sí, siempre buscamos tener profesionales para que sea una experiencia linda. Después fue Moulin Rouge, Chicago y Grease. Este año será Alicia en el País de las Maravillas.
Voz en off: Mientras esto sucedía, el cine LUX estaba arrendado pero las ventas de tickets disminuyeron a causa de la piratería. Y en ese momento Álvaro Véliz se acerca a Patricia, con Urbanística, y le presentan el proyecto del Paseo de La Sexta. Eso le da esperanzas para recuperar el espacio. El resto es historia: la avenida se remozó hace cinco años y el LUX fue restaurado. Ahora, ¿cómo vamos a vivir de cultura?, le preguntó su mamá. Patricia sentía que la ciudad necesitaba más centros culturales y un escenario más, se lo transmitió a su mamá y ella confió en su hija. Para Patricia era importante hacer este aporte a la sociedad. Con trabajo intenso y una visión clara abrieron sus puertas al público y ahora el lugar funciona no solo para hacer puestas en escena, también para alojar obras artísticas, bienales y actividades que dan esperanza a las y los asistentes.
Se cierra el telón.
ESCENA FINAL
Patricia: (en medio del escenario.) Aunque la situación en el país sea difícil y cueste que las personas asistan a las distintas propuestas que se presentan, tengo el LUX y no me puedo dar por vencida. Quiero replicar la experiencia teatral de otros países en Guatemala. Quiero verlo. Ese es mi sueño. Quiero que las personas encuentren el gusto por el teatro.