CAER, LEVANTARSE Y ¡GANAR!

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Andrea Weedon, la mejor raqueta del tenis guatemalteco, personifica la perseverancia. Si fuera una frase, ella sería “cree en ti misma” porque solo así llegó a conquistar nuevamente su carrera y su vida.

La vida es similar a cualquier obra de arte: tenemos un lienzo en blanco y empezamos a bosquejar, a dibujar los primeros trazos o determinar las primeras palabras. Iniciamos despacio. De pronto llega un momento donde las palabras empiezan a fluir como si se tratara de un arroyo, o los trazos empiezan a llenar nuestro lienzo como si el pincel o el crayón tuvieran vida propia. Algunas obras se encuentran en su pico máximo y de pronto…una catástrofe: se rompe, le cae agua, se destruye, el disco duro muere y el archivo se pierde. Toca empezar de cero.

Una lesión puede significar catástrofe para cualquier atleta. Su cuerpo es su herramienta de trabajo, su obra, el vehículo para alcanzar logros asombrosos, pero ¿qué sucede cuando te encuentras en lo mejor de tu carrera y todo se desmorona? Andrea Weedon, de 29 años, lo vivió, lo sufrió, lo venció y compartió con LOOK su historia.

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EL SAQUE

Alta, delgada y ataviada con ropa deportiva llega a la entrevista. En su rostro no hay rastro de maquillaje y su cabello está atado en un rodete. Tiene hambre, después de todo viene de entrenar. “Estaba deseando este dip desde hace rato”, confiesa cuando llega su pedido a la mesa. Estoy frente a la mejor tenista del país. Una joven bronceada y amable. Con voz firme y espíritu afable. Durante la siguiente hora compartirá conmigo recuerdos de su infancia, fotografías y el video de uno de sus logros más grandes.

Sus padres disfrutan del tenis como pasatiempo, su madre incluso jugaba cuando estaba embarazada. “Desde que pude agarré una raqueta”, la pequeña Andrea tendría tres años cuando deseaba hacer lo suyo en la cancha. A los diez o doce años practicaba tres deportes como hobby. “Debes elegir solo uno”, sentenciaron en casa, “elegí el que me gustaba más, pero en el que peor me iba”, cuenta. Jugó su primer torneo por Guatemala a los 9 años, en un Centroamericano, “fue como amor a primera vista”. La emoción y el amor al tenis había llegado para quedarse.

Fuera de la cancha era introvertida, pero en el terreno de juego se transformaba en un torbellino. “Hoy en día me considero tranquila, no muy social, pero dentro de la cancha soy otra persona”, asegura. A los 15 años decidió que necesitaba dedicarle más tiempo a su entrenamiento, dos a tres horas no le bastaban, deseaba más.

Su papá investigó y encontró una solución: sería educada desde casa. En 10º. Grado (equivalente a cuarto bachillerato) empezó a estudiar a distancia en un establecimiento estadounidense, Lincoln High School, “siempre he dicho que es importante estudiar, pero era difícil combinar los entrenamientos, viajes por competencias y el colegio.” Ahora podría entrenar en dos sesiones, más horas.

La disciplina y responsabilidad adquiridas por el deporte fueron claves para culminar sus estudios. Todo marchaba sobre ruedas: su condición física era óptima y una beca para una universidad fuera del país le esperaba. Era un buen momento en su vida, “pero cuando iba a lograr los objetivos por los que trabajé años me lesioné, fue como si el músculo de mi hombro fuera una hoja de papel y la hubiesen rasgado”.

La universidad retiró su propuesta y Andrea quiso olvidarse del tenis. Se matriculó en la carrera de Mercadotecnia y guardó su raqueta por tres años.

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REBOTE

“Tuve un entrenador que me dijo: vení a pegarle a la bola, solo por diversión. Fui y me di cuenta que aún podía jugar bien. Jmm, me dije, todavía hay gasolina y empecé otra vez. A los meses gané dos medallas en los Juegos Centroamericanos”. Retomar su nivel le costó años, pero es una mujer que persevera, “cuando quiero algo no paro hasta conseguirlo”, cuenta Andrea. También es perfeccionista y esa cualidad no le permite claudicar.

Entrena seis horas al día. Se enfoca en subir su masa muscular, realizar ejercicios de velocidad, coordinación, resistencia, hace pesas y juega tenis. El centro de su alimentación se basa en proteína, arroz, vegetales y trata de no consumir comida rápida. La pizza la elabora en casa, además toma suplementos, proteínas y vitaminas.

Para una tenista todo el cuerpo es importante: las rodillas, los tobillos, hombros, codos, cadera. “Hacer deporte es sano, pero a veces le exigimos más al cuerpo de lo que está acostumbrado”, por eso es importante su recuperación después de los entrenos: fisioterapia, tinas de hielo, por ejemplo.

El tenis la ha llevado a competir a distintos lugares del mundo: Egipto, Turquía, Túnez, Grecia, Italia, Estados Unidos, Canadá, Centro y Sur América y el Caribe. “Estoy agradecida con el tenis porque me ha dado la oportunidad de conocer tanto: culturas, sabores, admirar a las jugadoras que deben sobrepasar el machismo, que deben jugar todas tapadas, admiro su valor para ejercer como atletas”, cuenta Andrea. En cada país aprende a jugar en distintas condiciones, “en el tenis todo influye: la superficie de la cancha, el nivel del mar…es una ciencia total.

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SMASH

Una escena resalta en un video que Andrea guarda en su celular, un abrazo fuerte y lágrimas. En diciembre de 2017 ganó la medalla de oro en singles, en los Juegos Centroamericanos, su mamá la fue a ver jugar de sorpresa, “esa fue la conclusión de algo que esperé por muchos años, por doce, para ser exactos. Fue algo por lo que trabajé mucho tiempo”, cuenta varios meses después, en un café de la zona 10.

“El deporte te hace una persona solitaria, viajas mucho. Extrañas tu casa, la comida, incluso el tráfico. No estás para los cumpleaños, no tuve una graduación. Te quita momentos importantes, pero a la vez te brinda experiencias que otros no han tenido en la cancha”. Jugar por Guatemala la motiva. Lleva 10 años jugando la Fed Cup, uno de los torneos más importantes por países, en equipos, y junto a Melissa Morales y Daniela Schippers lograron colocar al país en el grupo I de América, después de 23 años.

Actualmente Andrea ocupa el puesto 797 del ranking mundial, pero le gustaría ascender al puesto 500. Espera ser un buen ejemplo para las nuevas generaciones de tenistas, “pongo records para que ellas puedan romperlos, para que busquen ser mejores de lo que fui. Ha sido un honor jugar por el país porque puedo representarlo”. Este año le gustaría ganar medallas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, clasificar a Panamericanos y continuar exigiéndose.

De aquí a diez años espera no estar tan cansada, involucrándose en el tenis femenino de Guatemala, “me gustaría ser entrenadora, viajar con ellas, y contarle mis experiencias para apoyarlas en su carrera”.

El tenis necesita coraje para continuar y Andrea lo sabe “es un deporte en el que tienes 90% de probabilidades de perder. Debes estar dispuesta a entrar a la cancha sabiendo que probablemente no ganarás, es duro para tu autoestima y para todo lo que has trabajado”; sin embargo, ha tenido el valor de seguir y levantarse, de ahí que sea la mejor del país.

“Nuestra mayor gloria no está en nunca caernos. Está en levantarnos cada vez que nos caemos”. Confucio

Fotografía: Jose Wong
Modelo: Andrea Weedon
Maquillaje & Peinado: Talkin Heads
Joyería: Alessa Designs
Vestuario: Pepa Pombo, Guishem, Alexander Ayala

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