FUERZA FEMENINA

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Hacer ejercicio como parte de nuestra rutina es una tendencia que se ha ido popularizado en los últimos años. Dejar atrás los prejuicios acerca de las capacidades físicas de una mujer y superar las limitaciones de los estereotipos ha sido el producto de la lucha de muchas otras mujeres y es un logro encarnado en la fuerza física de la que sabemos que somos capaces.

Sin embargo, es un estilo de vida al que no todas las mujeres que lo quisieran tienen acceso y sus beneficios para la salud física y mental aún no pueden ser disfrutados por todas. Queremos ser fuertes y saludables, y queremos que todas las mujeres también puedan serlo.

EJERCICIO PARA EL CEREBRO

Ya no es un misterio que hacer ejercicio tiene muchos beneficios para nuestra salud física y mental. Numerosos estudios han demostrado que hacer ejercicio mejora las capacidades de aprendizaje teniendo un impacto directo en el crecimiento de nuevas neuronas, que reduce los niveles de cortisol, el neurotransmisor del stress y aumenta los niveles de neurotransmisores ligados al bienestar. La razón detrás de ello puede sonar bastante sencilla si bien no siempre se ha valorado de igual manera: los seres humanos evolucionamos moviéndonos.

Pero aparte de haber determinado la historia evolutiva de nuestro cerebro, la actividad física aún influye en nuestras habilidades cognitivas. Una manera en que los expertos empezaron a estudiar el efecto del ejercicio en la salud fue observando diferentes poblaciones enfocándose en la longevidad de las mismas, notando que la calidad de nuestra vejez está determinada por qué tan sedentaria es nuestra vida. Las posibilidades de tener un derrame o un ataque cardíaco se reducen considerablemente cuando somos físicamente más activos pero también la claridad de nuestra mente se ve impactada por dicha actividad. Nuestra memoria a largo plazo, nuestra capacidad de razonamiento, atención y de resolución de problemas son y serán mejores cuando lleguemos a la vejez si hacemos ejercicio.

Lo anterior no significa que los deportistas son más inteligentes, pues no podemos afirmar que el ejercicio es la causa de nuestra inteligencia, pero sí que está ligado a una mejor salud mental. Esta información tiene implicaciones enormes para contextos educativos, principalmente para aquellos que en el afán de cubrir más contenidos para alcanzar porcentajes altos en rankings de matemáticas y leguaje, siguen reduciendo el tiempo que los niños pueden dedicar a la actividad física, como los recreos y los períodos de deporte. Se ha demostrado que niños con vidas cada vez más sedentarias a causa del uso de la tecnología, aunque estuvieran dedicando ese tiempo a “juegos educativos” tendrán un desempeño cognitivo inferior. Por ende, su comportamiento también se verá afectado. Por supuesto, el ejercicio no es lo único, pero, como señalan expertos, es un componente clave.

Como dice el dicho “todo con medida”. El exceso de ejercicio no nos convertirá en genios. Al contrario, puede tener implicaciones no sólo para nuestros tejidos sino también para nuestra mente: llegar al nivel de agotamiento afectará nuestra capacidad cognitiva. Con realizar algún ejercicio aeróbico 30 minutos 3 veces por semana, nuestro cerebro se beneficia, incluso como tratamiento para la depresión y la ansiedad. Hacer ejercicio de manera regular, en general, nos hace más felices, más fuertes y más saludables.

DE CIENCIA A TENDENCIA

Aún si esta información está disponible o no para muchos de nosotros, en los últimos años la tendencia del ejercicio se ha ido ampliando, convirtiéndose en una moda que muchas mujeres han abrazado. Esta ola de interés y compromiso con la salud, y con una imagen que se enfoca más en la fuerza, ha sustituido en muchos casos la noción anterior de la mera delgadez, creando conciencia sobre los desórdenes alimenticios. Los músculos han sustituido en gran medida a las costillas tanto en la publicidad como en el nuevo estereotipo representado por estrellas de cine, modelos o “influencers”. La industria de los gimnasios y los productos que se hacen llamar saludables, obviamente, se ha beneficiado a la vez que colaboran con la difusión de la misma tendencia.

El estilo de vida saludable también se ha convertido en un producto de consumo accesible sólo para algunos. La comida orgánica, las clases de yoga y el CrossFit han sustituido otras actividades que antes sólo le estaban permitidas a un grupo social, convirtiéndose en una nueva forma de denotar poder económico. La realidad es que no todas las mujeres pueden enfocarse en esculpir sus músculos y tomar jugos energizantes a diario. Existe cierto aire de superioridad en aquellos que sí lo hacen y, más que todo, una brecha enorme entre ese estilo de vida, y el que pueden permitirse muchas otras personas, sobretodo en un país como el nuestro.

Un concepto central en esta tendencia es el de la competencia. Existe una competencia tanto a nivel de capacidad de desempeño físico como en la actitud de mostrar el físico en redes sociales. Estas fotografías se convierten para muchos tanto en la única forma de autoestima que conocen como una manera de enviar un mensaje de superioridad sobre otros. Por supuesto, no lo es así para todos, pero sí es algo que forma parte de este fenómeno.

Esto no significa que debamos dejar de preocuparnos por nuestra salud. Al contrario. Tenemos demasiada evidencia de que la actividad física y la buena dieta son determinantes para nuestra vida y todos queremos vivir sanos y alcanzar la vejez con mente lúcida. Sin embargo, no podemos ignorar que es una posibilidad que existe sólo para unos cuantos. Cuando nos referimos a la nueva manera de entender la fuerza física, generalmente ignoramos que no sólo los que vamos al gimnasio tenemos enormes capacidades. Las personas que trabajan día a día recorriendo largas distancias a pie, cargando cestos con fruta o verdura, acarreando materias primas o trabajando la tierra también son fuertes físicamente, también poseen una resistencia enorme y sus esfuerzos pueden ser tan admirados como los de los que llegan a la meta de la 21K. Sin embargo, cuando el enfoque es la salud, las implicaciones son otras. Sólo cuando la buena alimentación y las situaciones ideales para el desarrollo y el aprendizaje estén disponibles para todos los sectores, podremos sentirnos orgullosos de pertenecer a una sociedad que se preocupa de verdad por su salud y su bienestar.

FUERZA FEMENINA E IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

Vamos avanzando, pero aún nos falta. El hecho que las mujeres podamos practicar hoy cualquier deporte y alcanzar lo que nos dispongamos a través de nuestra capacidad tanto mental como física es producto del esfuerzo y la lucha de muchísimas otras mujeres de generaciones anteriores, y eso no es poca cosa. Hace sólo un siglo, el deporte era prácticamente prohibido para las mujeres. Ideas como que el esfuerzo físico reducía la fertilidad se seguían reproduciendo con naturalidad (una idea que ya existía en la cultura occidental desde hacía 2,000 años). Otra idea común era que las mujeres sencillamente no tenían la capacidad física o la energía necesaria para hacer ejercicio –ignorando el esfuerzo que tener hijos, criarlos y trabajar la tierra, por ejemplo, requieren–. Incluso se pensaba que algunas actividades, como montar bicicleta, eran inmorales. De ese modo, las mujeres estuvimos restringidas de las actividades deportivas en esferas públicas hasta casi mediados del siglo XX. Mientras que las Olimpiadas modernas comenzaron en 1896, las mujeres no pudieron participar en las “Olimpiadas femeninas” hasta 1920, y ser parte de las Olimpiadas oficiales hasta una década después. La maratón de Boston declaró que todas las mujeres eran incapaces físicamente de correr 26 millas hasta 1967.

Es así como la práctica del deporte, y la existencia cada vez mayor de deportistas profesionales mujeres también es un símbolo de la liberación femenina y su empoderamiento. Ideas como que las mujeres somos frágiles y delicadas por naturaleza o que debemos mantener la compostura –que es algo “propio de nuestro género”– han sido en gran parte superadas.

Y mientras más podamos seguirnos haciendo espacio y no nos dejemos llevar por prejuicios ligados a la apariencia física o nuestras capacidades, mejor. De hecho, podemos identificar un paralelismo entre este proceso de inclusión y liberación desde el deporte con otras disciplinas, la educación y la participación política. Ha sido por medio de mujeres luchadoras y aguerridas que han visto “más allá”, transgrediendo el molde impuesto, y han exigido sus derechos que hoy tenemos las posibilidades que tenemos. Sin embargo la batalla aún no está ganada y no lo estará hasta que todas las mujeres –mujeres de diversas etnias y culturas, clases sociales y cualidades biológicas– puedan hacerlo y beneficiarse a nivel físico y cognitivo de ello.

por Luisa González-Reiche

 

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