MIDLIFE METAMORPHOSIS

 dentro de Etapas de la mujer, Mente

Hubo una época en la que mi tiempo estuvo apilado con tareas dedicadas a los hijos, los atendía en medio —o encima— de tantos asuntos. En retrospectiva, veo a una malabarista, una performer entrenada para cambiar de rol en cuestión de segundos. De profesional a madre, de amiga a hija, de esposa a militante de causas o algarabías. De gerente al borde de un ataque de histeria, a suprema hechicera, capaz de colocar orden en la más caótica trifulca infantil.

De todo hay en el reino femenino del siglo XXI. Sin embargo, entre los treinta y tantos y los cuarenta y muchos, el día empieza con pinta de mamá y termina con el mismo sombrero puesto. Torcido, sobre una cabeza desordenada, pero clara de lo que toca y de lo que no.

PRINCIPIOS Y FINALES

Nadie prepara a la mujer para soltar a los hijos, como tampoco nos preparan para recibirlos. Todo nace en el instinto, es herencia biológica, milenaria. La maternidad, esa compleja misión, nos hace crecer en muchas dimensiones. También nos enfrenta a profundas pruebas.

UNIVERSAL, SÍ, FÁCIL DE ASIMILAR, NUNCA

Tampoco nos enseñan a entender que nada es para siempre, ni a aceptarlo fácilmente con todos los precios implícitos. La vida se transforma y nos transforma. Y aunque digerirlo es complicado, transforma a nuestros hijos ante nuestros atónitos e incrédulos ojos.

Es la historia de muchas mujeres que optamos por la maternidad y que, sin apenas sentirlo, nos vemos en el umbral de los cincuenta, con hijas e hijos adultos, dueños de ambiciones y planes de vida propios, distintos, con apetito de independencia. Llega un amanecer en el que el tiempo sobra, como si fuera milagro, y el jolgorio falta. Ya no tenemos niños. Cuando caemos en las fauces de la nostalgia, lamentamos no haber enfrascado sus tamañitos y voces agudas, su necesidad de nuestra presencia en días y noches, su fantasía ilimitada, como si tal disparate fuera posible. Se convirtieron en adultos. Aceptémoslo, esto apenas empieza. Se alejan, físicamente y emocionalmente. Vuelan. Así debe ser.

TEMORES

Vivimos lo mismo en nuestro momento. Nuestras madres también la sudaron. El ritmo era otro pero los cambios son universales. Los nidos se vacían, es simple naturaleza humana, antropológica. Entonces, ¿por qué nos pone patas arriba? Planteé esa pregunta a una profesional. Su respuesta fue contundente: por temor. ¿Temor? Temor al silencio, al tiempo nuestro que antes les pertenecía, al cambio de ubicación que padecemos en el mapa mental de nuestros vástagos. Miedo a vernos ante la necesidad de adaptarnos a una vida que no buscábamos.

DE DUELO A OPORTUNIDAD

Sí, es tiempo de caos, hasta enloquecemos un poco cuando lo que aconsejamos queda flotando en el aire y se estrella en la ventana antes de entrar en los oídos de este extraño adulto que antes cabía en nuestros brazos. Tiempo de duelo, no de tragedia. Duelo porque una etapa dejó de ser, es una pequeña muerte. Si enfocamos los cambios con óptica de búsqueda y no de pérdida, si la consciencia se conduce en la ruta del re-descubrimiento, tenemos en las manos grandes oportunidades. Amigas, es tiempo para iluminar e iluminarnos con nuevos brillos. De acuerdo a Joan Borysenko, Ph D, la transición que sucede entre los 40’s y 50’s no es una emergencia psicológica, es una etapa más en la ruta del desarrollo femenino. La mujer que trabaja en su salud y crecimiento emocional se caracteriza por perfeccionar una peculiar triada que nada tiene que ver con el miedo. La triada de Borysenko está formada por autenticidad, poder e intuición.

TRANSICIÓN

El duelo tiene raíces en tradiciones culturales. Es como si en nuestro subconsciente hubiera sido sembrada una extraña semilla. De ella nace la torcida creencia de que después de la procreación y la crianza se acabó nuestra misión. Este disparate está muy lejos de la realidad. Si así fuera, caeríamos muertas con la lengua de fuera, como en caricatura, en el momento en que el pequeño de nuestros hijos empezara a aflojar amarras. Nosotras mismas nos relegamos a otro plano, a ciegas y por tradición.

Los cambios en las relaciones interpersonales no se limitan a la dimensión madre-hijo(s). Si tenemos pareja, la convivencia también se transforma. Lo mismo sucede en el ámbito laboral, cruzamos el puente hacia otras dinámicas. Se debe a cambios que experimentamos en perspectivas y en aspiraciones. Buscamos congruencia entre el mundo exterior y nuestro interior. Este se estrena con nuevo propósito, la ciencia lo descubre constantemente.

Los neuro-científicos, por fortuna, han dedicado mucho recurso a la investigación de la transición de los cincuenta, o como le llaman en inglés, la midlife metamorphosis. Léase bien: no escribí midlife crisis. Es momento para revelarnos contra la fatalidad de este cliché. Lo dijo Darwin: el que se adapta sobrevive. La mujer que se adapta a los cambios familiares, laborales, físicos y personales, no solamente sobrevive. Trasciende, se reinventa, se reencuentra, sirve a su entorno. ¿Qué mejor regalo podemos darnos? La neurociencia ha descubierto sincronía natural en los cambios de misión con los que suceden a nivel físico y emocional. Siempre ha estado ahí, pero nuevas conexiones han dado a luz conceptos útiles para entendernos. El nido se vacía, la menopausia se anuncia con trompetas, los intereses emocionales giran en pos de nuevos proyectos, el propósito profesional cambia o se enriquece. Cronológicamente, todos coinciden.

NUESTRA IRREVERENTE FISIOLOGÍA

El cuerpo también hace lo suyo. Las hormonas alteran su balance y el período, su ritmo. Gracias a la ciencia moderna, mitos antiguos se derrumban. Los incendios suceden, pero no producen pérdida de apetito sexual, por citar un ejemplo. Si se atiende la salud, la recompensa es generosa: energía, entusiasmo, visión fresca.

 

Con información de:

BROKEN OPEN, Elizabeth Lesser

A WOMAN´S BOOK OF LIFE, Joan Borysenko, Ph.D.

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