La estética de Sofía Véliz

 dentro de Creatividad, Private View

Cierra los ojos e imagínate en una habitación. Es un estudio. Continúa con los ojos cerrados y respira. En el ambiente flota el aroma del cartón y la madera, ambos entran por tu nariz. Listo, puedes ver de nuevo. Te encuentras en un sitio donde los libros se apilan en estanterías, y las curvas francesas y todo tipo de reglas de complicadas formas están colgadas en la pared. Al centro, una gran mesa se despliega con herramientas, cartones y lápices, marcadores y papeles. Estás en un espacio de creación, el lugar favorito de una familia de artistas. El lugar inspira paz, tranquilidad y silencio.

 

Fuera, la algarabía, el colorido, el exótico Parque Centenario. Es necesario encontrar la puerta precisa, sobre el Portal del Comercio para entrar a este templo de creación. Un apartamento cuya entrada se esconde entre dos almacenes comunica a una escalera angosta que conduce al hogar de Sofía Véliz.

 

Si buscáramos una palabra para definir a Sofía sería: experimental. Un adjetivo que la describe desde niña.

 

Nació en México, hija de un arquitecto y una licenciada en letras. Regresó a los 3 o 4 años a Guatemala, la joven de vestido de lona y cardigan morado no lo recuerda muy bien. Está sentada en una silla frente a la gran mesa de su estudio.

 

Buscó una disciplina que recopilara sus intereses e inquietudes: la fotografía y el diseño, por ejemplo. De ahí que se decantara por el Diseño industrial. Una carrera que inicia y ya ha cosechado sus primeros frutos. Basta googlear Sofía Véliz para que el buscador despliegue información sobre su trabajo. Uno de los sitios que ha resaltado sus piezas es la revista AD, de Alemania, y la publicación en línea Sight Unseen, ambas, referentes en el mundo donde existe mobiliario que desafía la imaginación, utensilios que parecen de una película de ciencia ficción y picaportes que te invitan a ser fotografiados. Los textos resaltan sus piezas, intereses y la necesidad de utilizar distintos materiales para expresar en una escultura o mobiliario, aquello que su creatividad necesita dar a conocer.

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Caucho, cartón y espuma floral

“Tenía una noción básica, a través de algunos libros que tenía (sobre el Diseño Industrial), pero en este viaje lo pude palpar, y esto impulso mi decisión de interesarme aún más por esta disciplina. Recuerdo haber visto una retrospectiva de Vitra sobre las sillas icónicas y me encanto. (Según la página de la empresa “la colección es un compendio de la historia del diseño de mobiliario industrial, desde el Historicismo y el Art Nouveau a la Nueva Objetividad de la Bauhaus y el Diseño Radical, y desde el Postmodernismo hasta nuestros días”).

 

Al graduarse empezó a trabajar en un estudio de arquitectura donde era la única diseñadora industrial. Aprendió, adquirió nuevas habilidades, experimentó y buscó su propio lenguaje, después de todo “te identificarán por cómo diseñas”. Además, logró ahorrar e iniciar su propio estudio. Aunque vive bajo algunas restricciones, decidió jugársela y elaborar complicados diseños que más parecen piezas de arte que bancas para sentarse.

 

Obtuvo visibilidad a nivel local por su proyecto de tesis: una biblioteca andante que sobrevive en la zona 4. El proyecto trataba de promover la lectura y las publicaciones independientes a través de un módulo parecido al armario prohibido que existe en cada casa. También ha expuesto esculturas en galerías del país y Panamá.

 

Si te surgió la duda de cuál es el proceso para llevar la idea de un boceto a un objeto y qué materiales utiliza, a nosotras también, por eso se lo preguntamos: “Mi proceso creativo consiste en dibujar, maquetar, elaborar prototipos rápidos con papel, oasis o esponja. Los materiales que más he utilizado son: madera, mármol, lámina, piedra volcánica, y caucho triturado, por citar algunos. Sé elaborar la pasta para realizar piezas de cerámica hasta el proceso de horneado”. Ha utilizado desde los productos más caros, hasta los más inesperados, se encuentra abierta a las posibilidades y está segura que continuará experimentando.

 

Sofía percibe el diseño desde una perspectiva amplia: quien crea puede jugar distintos roles, “al menos con esta idea me identifico yo. A veces puede dedicarme a realizar una pieza funcional, en otros casos, la funcionalidad no es el último fin, sino el valor estético de una pieza. Parte de mi trabajo reciente consiste en esculturas o piezas únicas. También estoy diseñando objetos y mobiliario. A pesar de ser dos cuerpos de trabajo diferentes, ambos son concebidos con herramientas de mi profesión como el bocetaje, el prototipado, la investigación y el no temer a la prueba y error”.

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En resumen: ARRIESGARSE

La única entrada de luz en el estudio viene del techo, un cuadrado de vidrio que ilumina la habitación. Parece una metáfora del diseño industrial en el país: un espacio oscuro donde se cuelan flashes luminosos que buscan dar a conocer cada uno de los elementos que componen el lugar.

 

Sofía se ha topado con muchos retos, entre ellos el conservadurismo en la academia, por ejemplo. Menciona ciudades como Londres, Nueva York y Holanda, donde los diseñadores de su generación y la anterior juegan con la creación y experimentan con materiales. Jóvenes que cuestionan la producción en serie y admiten que la funcionalidad no es el fin último y reconocen otros valores en una pieza.

 

Algunos de sus referentes son jóvenes y talentosos, como el inglés Max Lamb, famoso por utilizar el entorno natural como generador de forma o el italiano Martino Gamper, conocido por su proyecto 100 chairs in 100 days en el cual creó una silla nueva cada día con material reciclado. Ambos, según Sofía, poseen la capacidad de “abordar proyectos desde un punto de vista artístico y muy irónico. Juegan con los materiales y tienen la facilidad de elaborar piezas en serie, así como piezas artísticas y funcionales”.

 

El reto para las nuevas generaciones de diseñadores guatemaltecos está en atreverse. El miedo muchas veces funciona como una cárcel que limita las ideas. La sociedad es conservadora y eso se refleja en el diseño, opina Sofía. Y, cómo si se tratara de una cadena perniciosa, al ser tradicionalista las personas no experimentan, al no ser más flexible en las formas de abordar los retos creativos no se encuentran maneras de progresar. Opina que “no hay que tener miedo a experimentar. Quienes son ahora referentes o íconos, en su momento trataron de innovar y experimentar a través de materiales, procesos de producción, incluso, según una ideología”.

 

“En Guatemala hay potencial, pero no existe una plataforma para dar a conocer su trabajo o para que esta disciplina sea rentable”. Sin embargo, es optimista, considera que gradualmente se formará y establecerá una escena de diseñadores emergentes, “creo que es fundamental generar el sentimiento de colectividad a través de exhibiciones, colaboraciones o generando nuevos espacios para iniciar una conversación sobre nuestra disciplina. También hay que crear y educar al mercado para que nuestra profesión sea sostenible y se valore nuestro trabajo”.

 

“Para mí, el diseño es un lenguaje, una forma de construir y narrar ideas. Es una práctica en constante evolución, con la cual se pueden abordar diversidad de temas, que te invita a cuestionarte. El reto está en encontrar las respuestas a esas interrogantes”, asegura Sofía en su estudio escondido sobre el Portal del Comercio.

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