ZAPATILLAS DE CRISTAL

 dentro de Cultura, Estereotipos, Feminismo, Mente, Mujeres

Los primeros años de una niña construyen su identidad y la manera en la que se relaciona con el mundo. Es trascendental que sucedan en un ambiente armónico y estimulante. Su cerebro, una compleja maravilla, realizará conexiones cruciales para que el resto de su vida sea de constante crecimiento. Estimular sus capacidades y su infinita valía humana son  misión primordial.

PODEROSA FANTASÍA

Beatriz veía siempre la caricatura “El hombre par”. Corría el final de los años setenta, los estímulos eran simples comparados con el paisaje digital que inunda el presente. A diferencia de los libros de cuentos, la televisión era fuente de fantasía animada, de color y sonido. Beatriz tenía cinco años. Lo fascinante de “El hombre par” era que también existía “La mujer par”. Una niña con poderes para salvar el mundo y una capa que le permitía volar, algo poco común en una era en la que los héroes eran todos masculinos. La pequeña Bea observaba con detenimiento cada detalle, cuando los personajes, Mitsuo y Parko, se convertían en héroes. Sobre todo cuando Parko, la niña, hacía lo suyo. Beatriz ya tenía su capa y estaba convencida de que podría volar. En el Kinder, durante al recreo subió a un tonel de cemento pintado con colores alegres. Eran parte de los juegos. El tubo en cuestión estaba sobre una colina. Bea amarró la capa a su cuello. Resuelta, saltó con mucha fuerza para, según ella, volar de verdad. Cayó de cara sobre otro tubo de colores. Se dio un golpe monumental y la llevaron al hospital. Lloró mucho por causa del dolor, pero cuando este cedió, lo único que ocupaba su mente era saber qué había salido mal. Jamás dudó de su capacidad para volar. Si no lo logró fue por alguna falla técnica.  Su fantasía permanecía intacta.

UN POCO DE CONTEXTO CIENTIFÍCO

De acuerdo a los expertos en neurobiología, entre los 0 y 7 años de edad se desarrollan las conexiones cerebrales fundamentales que definen cómo la niña se relaciona con el mundo que la rodea. A los 18 meses se han completado las conexiones básicas. Entre ellas, la fundamental, se refiere a la afectividad. La niña será un espejo de lo que reciba. Si su desarrollo sucede en un ambiente de afecto y estímulos asertivos, aprenderá a corresponder con afecto. Todos los chiquitos nacen con la habilidad de experimentar emociones básicas relacionadas al dolor y al placer, los circuitos cerebrales que las regulan son los llamados circuitos de sobrevivencia. Antes de cumplir cinco años, la niña (y también el niño) habrá completado muchas conexiones a nivel cerebral. Si en general el ambiente en el que se desenvuelve es de empatía, se completa lo que los teóricos del desarrollo humano llaman the stage of trust, o la etapa de la confianza.

CONSTRUCTORAS DE RELACIONES 

La principal diferencia entre los niños y las niñas, de acuerdo a varios expertos, es que ellas construyen relaciones como cimiento para edificar una identidad saludable. Su capacidad de relacionarse con otros seres es crucial para desarrollar autonomía, creatividad, compasión y sabiduría. Tender puentes con otros es el eje de la visión inherentemente femenina de la vida: una red de relaciones mutuamente estimulantes.

“We can become greater beings through our relationships, this is the very soul of the feminine worldview. We learn that at our early childhood” Joan Borysenko PhD.

IDENTIDAD TRANSPARENTE

A los 3 años la niña tiene un claro concepto de quién es. Sus destrezas de lenguaje les permiten articular con claridad sus sentimientos usando las palabras. Al expresarlas se retroalimentan. Aprenden también a leer las emociones y el comportamiento de quienes la rodean. De acuerdo al Stone Center, la habilidad de las pequeñitas para ir más allá de lo que se dice, llegando con facilidad a lo que se siente, les  confiere la habilidad denominada “relationship authenticity.” Se sienten emocionalmente reales, conectadas, vitales y encuentran propósito, desde edad temprana. Como cascada, a través de la observación de los otros, llega el conocimiento de emociones distintas a las empáticas: temor, enojo, culpa y vergüenza.

Espiritualidad infantil: hadas, brujas y princesas Los pequeñitos suelen poseer sabiduría natural y un sentido del aquí y el ahora instintivo. Perciben asuntos que los adultos no logramos ver. Hadas, amigos imaginarios, duendes, etc. Aprenden en este contexto sobre el miedo, el bien y el mal. Las travesías fantásticas suelen ser más comunes en  niñas que en niños. El experto en educación Rudolf Steiner creía que viven en una especie de sueño en donde todo es posible, hasta los 7 años. El fundamento científico para esta afirmación es que el hemisferio derecho del cerebro madura antes que el izquierdo. Para los chiquitos y chiquitas especialmente, pensar es un acto intuitivo y holístico. Los psiquiatras le llaman “Magical Thinking”.

Por lo tanto, no ha de extrañarnos que las niñas se consideren princesas o sientan que son capaces de volar. Tampoco que crean en planos paralelos de fantasía en los que un hada mágica les regala zapatillas de cristal. Es parte de su desarrollo. Corresponde que las acompañemos con cariño y las orientemos. Esta etapa termina conforme su cerebro madura. Vivirla a plenitud será un regalo para toda la vida.

Con información de: Revista Parenting: Brain development in children, por Holly Pevzner. Libro: A woman’s book of life: the biology, psychology and spirituality of femenine life cycle, de Joan Borysenko y www.mapapsicologicoinfantil.com. Articulo: La imaginación infantil babyradio.es, de Pury Estalayo.

Por Nicté Serra

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