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CUANDO LA COMIDA SE VUELVE UN PROBLEMA

Lo acepto. Tuve un problema con la comida. Estuve en tus zapatos y lo entiendo.

Fui una niña feliz, jugaba, soñaba y comía de todo. La palabra dieta no pasaba por mi mente, comer pizza no resultaba un problema y en mi lonchera podía encontrar desde manzanas hasta nachos.

El problema empezó en cuarto o quinto curso: mi metabolismo cambió y de ser una niña delgada automáticamente empecé a subir de peso. Tenía 17 o 18 años cuando me obsesioné con la comida. Empecé a visitar nutricionistas cuyas recetas incluían dietas restrictivas. En lugar de pensar “debo estar sana, los alimentos son combustible para funcionar bien”, repasaba una lista mental de todo aquello que no debía entrar por mi boca.

Las lágrimas rodaban sobre mis mejillas después de salir de los consultorios. Seguía con el mismo peso o había reducido unas cuantas libras y sentía que había fracasado. Todos los días planificaba qué comería al día siguiente. Sí, adivinaste, me obsesioné.

Toqué fondo. Entraba a escondidas a la cocina con el sentimiento de culpa como una sombra. Abría el refrigerador y consumía todo aquello que yo misma me negaba. Comía para cubrir mi ansiedad, tristeza o nervios. Llegué a un punto sin retorno: ya no salía, no tenía energía para hacer otras actividades y prefería quedarme en casa. Así pasaron algunos años.

Ingresé a la universidad, estudié lo que me apasionaba y empecé a trabajar. La comida pasó a un segundo plano y descubrí que no dependía de la cantidad más bien de la calidad de alimentos que ingería. Le encontré el gusto a la comida sana, mi cuerpo se acostumbró y empecé a enfermarme menos. Años más tarde reflexioné y encontré que mi obsesión afectaba mi salud, autoestima, forma de ver la vida y mis relaciones sociales.

Hoy la gente me pregunta, ¿qué haces para estar siempre delgada? Les contesto  que para mí la comida ya no es un problema. Sí, es ESENCIAL para tener buena salud, energía, buenas defensas, mejorar la piel y el cabello. Lo importante es saber elegir los alimentos, escuchar qué necesita mi cuerpo, amarlo, respetarlo y por ende disfrutar sentirme bien, sobretodo emocionalmente bien.

Entiendo a quienes están a dieta, porque también estuve en su lugar. Conozco el sentimiento de probarse tu atuendo favorito y que no te quede. Pero la comida no es EL ENEMIGO, ES TU MENTE. Si sientes que tienes un problema busca ayuda, ataca la frustración. Te recomiendo platicar con especialistas que te ayuden a no solo nutrir tu cuerpo sino nutrir tu mente.

Ataca de raíz los pensamientos negativos, miedos y sana. Incluye todos los grupos alimenticios en tu alimentación y busca tu salud. Sé feliz. Las dejo con un artículo que escribió mi gran amiga del colegio Gabriela Solís, psicóloga clínica especialista en alimentación, sobre las herramientas para tener una relación saludable con la comida.

http://mister-menu.com/foodie-tour/estilo-de-vida/una-relacion-saludable-con-la-comida/

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