VIEW: MARÍA CECILIA DÍAZ

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Embrace the Beauty of the Different Sides of Being a Mom

Cada mes, LOOK elige una mujer que, desde su estilo y personalidad, hasta su trabajo e historia, encarne la versión de lo que sería la edición si tomara forma en una persona. Mayo era, sin duda alguna, María Cecilia Díaz, un ícono de estilo sin que ella siquiera lo intente. Su personalidad es fresca, dinámica, latina, femenina, empoderada y así podríamos continuar con la lista. Ella es una de esas personas que su belleza es tan fresca y natural que inspira, y que al conocerla, hace sentir a todos especiales, prestando atención a cada detalle de la conversación que mantenga con cada persona y afirmando los elementos positivos que va descubriendo de la con quién mantiene la plática. Es una ávida conocedora de arte, a pesar que afirme con humildad que para ella gira en torno a la apreciación. La energía que acarrea durante las ocho horas de la sesión de fotos es impresionante y mantiene al equipo fresco y entusiasmado como si fuera la primera hora de la mañana. Es una experta y natural modelo que en el momento que posa para la cámara se transforma totalmente. “Es como la Frida Kahlo guatemalteca”, comenta alguien durante la sesión de fotos, a lo que el resto del equipo asiente. Es algo en ella, su arte, su porte y su estilo.

 

 

Definitivamente, la pasión por Guatemala es algo que define a María Cecilia y en la conversación que tuvimos para esta entrevista, explica cada detalle con un entusiasmo, un joie de vivre que es totalmente inspirador, desde su carrera hasta su pasión por ser madre y su faceta de empresaria; sin duda María Cecilia es una woman to watch para su generación, la nuestra y las que vendrán.

“Viajamos por el territorio guatemalteco con mis papás desde muy temprana edad y aprendí sobre la diversidad de nuestras regiones. Guatemala es un país pequeño donde lo encuentras todo. La experiencia de viajar al Altiplano fue siempre muy distinta a viajar a la Costa, a las tierras bajas del Petén o a los bosques de las Verapaces. Planear la comida, la ropa y los destinos fueron siempre algo emocionante. Parar a comer en la carretera, comida hecha en casa, con vista a las pintorescas comunidades de Guatemala y ver pasar camiones coloridos llenos de frutas y verduras fue siempre mi parte favorita del Altiplano. El pan de Huehue o la arena negra, recoger conchitas y la caída del sol, durante nuestras vacaciones en la playa. Las ruinas, los árboles, sus nombres, las cuevas y bañarse en los ríos”, nos cuenta sobre los elementos que fueron enamorándola de Guatemala y su cultura mientras crecía.

 

 

En particular, las incontables temporadas en la finca de sus abuelos, finqueros cafetaleros, en la Costa Sur, fue el elemento que más la unió a su país: “Aprendí a apreciar que no hay mejor o peor. Mis años en la finca Santa Elena me enseñaron a valorar el aire libre y la vida fuera de la ciudad, a respetar a los animales y la naturaleza, a valorar la comida fresca y recién hecha, a bañarme en los ríos, a subirme a los árboles. Recuerdo bañarme en las piletas del beneficio llenas de granos, asistir durante mis vacaciones a la escuela del Molino Cuilapa, alimentar gallinas, meterme en los potreros, subir la montaña”.

Sobre lo que la hace sentir más orgullosa de ser guatemalteca nos cuenta que: “Me gusta saber que vivo en un país que es como un lienzo en blanco, con muchos pros y muchos contras. Un país ubicado en el centro del mundo con innumerables posiblidades y gran potencial. Un país que cambia y evoluciona. Pero sobretodo, un país que me deja ser activa y participativa. Un país donde se puede ser. Agradezco que mis hijas hayan nacido en una época donde las mujeres pueden estudiar, pueden trabajar, pueden votar y controlar sus vidas, sin embargo estoy consciente que aquí no todas las niñas, ni mujeres, son así de privilegiadas. Creo, firmemente, que soy parte de un país donde ya muchas mujeres son solidarias entre ellas, se ayudan, se apoyan, se demuestran que lo que a la otra sucede, nos importa a todas. Falta mucho, sí, pero no podemos parar y como guatemaltecas, como mamás, tenemos que luchar por lograr cambios significativos en la vida de mujeres como nosotras, que han sido menos privilegiadas. El simple privilegio nos obliga a ayudar a otras”.

Al preguntarle sobre tres elementos con los que se identifica más de Guatemala nos enlista las tradiciones, el sentido del humor chapín y la generosidad de nuestra gente. María Cecilia estudió Ciencias Políticas e Idiomas, al preguntarle sobre su vida estudiantil y si algo en ella la marcó para involucrarse más con la realidad de nuestro país y su diversidad cultural nos cuenta que: “Estudié en un colegio con sistema europeo, muy estricto, pero abierto a las culturas, por lo que, sin querer, aprendí a apreciar nuestra cultura desde el punto de vista de los profesores que estaban maravillados con este país centroamericano. Mi paso por mi alma mater marca, sin duda, mis carácter y me confirma rumbos y sueños. La carrera me permite trabajar en la Comisión de la Paz, durante los Acuerdos y previo a la firma de la Paz y me recuerda, constantemente, como dijera el gran Benito Juárez que el respeto al derecho ajeno es la paz. No se gana en estas guerras, se pierden muchas vidas. Los idiomas me han abierto muchas puertas. Muchas culturas. Aprecio las diferencias y los idiomas son una herramienta clave para conocer el mundo y su gente”.

“Me gusta saber que vivo en un país que es como un lienzo en blanco, con muchos pros y muchos contras. Un país ubicado en el centro del mundo con innumerables posiblidades y gran potencial…”

Durante seis años, María Cecilia ha sido la Directora de Comunicaciones y Eventos del Museo Ixchel de Traje Indígena, lo que le ha permitido explorar su pasión por el arte y los textiles, y también ha logrado abrirle las puertas a artistas emergentes del arte contemporáneo con exposiciones en el mismo. “He trabajado, diría, he disfrutado del oasis que es el Museo Ixchel, un museo textil que atesora una colección que no termina de sorprenderme. Se aprende allí algo nuevo todos los días. Nuestra tradición textil es única en el mundo y es un tema que me apasiona y es, desde hace muchos años, parte de mí, con gran respeto y admiración. Cada pieza de la vestimenta indígena guatemalteca tiene características distintas. Me encantan las piezas tejidas en telar de cintura, como los huipiles tradicionales, pero también tengo especial debilidad por los cortes, por las morgas, por sus randas, por su forma de portarlos. Los tocados o cintas de pelo son verdaderas piezas de arte, también. Embellecen a las mujeres que los utilizan a diario o en ocasiones especiales, como el más lujoso de los sombreros occidentales. Me gusta ser testigo de su evolución, de la moda, de los cambios inevitables. Puede encontrarse belleza en cada pieza, antigua o contemporánea. La moda la influye el gusto de cada mujer, la historia. El Museo Ixchel ha sido una escuela para mí y le estoy eternamente agradecida”.

 

Sobre su colección de arte y sus obras favoritas nos explica que: “No poseo una colección de arte valiosa económicamente, pero atesoro mis obras como el Louvre a la Gioconda. Las obras que habitan mi casa son parte de mi historia, hablan de épocas, de amigos, de artistas que admiro. Muchos son mis objetos más valiosos y disfruto su presencia en mi casa. Algunos fueron adquiridos en mercados, de casualidad, regalados unos y comprados otros. Son parte de la herencia de mis dos niñas. Adoro el arte local y a los grandes maestros. Atesoro desde un palo donde cuelgan y venden algodones de azúcar, antiguo, hasta un gato gigante de la firma de diseño contemporáneo de DFCasa y un espejo convexo parte de una empresa de seguridad. Cada obra que llega a tu casa es parte de tu historia. Me encanta apreciar mis obras, cambiarlas de lugar, cambiarlas de luz. Son de las herencias más fuertes para mis niñas. Estudio, leo, aprendo de ellas y me llenan el alma. ¡Tengo una especial debilidad por el arte contemporáneo! Amo mis fotografías, imagínate tener un Zadik. Tengo obras de Manny Rionda, quien es amigo, parte de mi vida y a quien admiro muchísimo. Tengo la dicha de tener un retrato personal del gran Luis González Palma. ¡Una joya! Mataría por un Mérida, un González Goyri, un Efraín, un Quiroa o un Tun, pero los artistas contemporáneos me maravillan, me identifico. ¡Quisiera en este momento comprarme un Marlov y poder hablar de él! Me encanta el expresionismo abstracto de mediados del siglo pasado, pero sobretodo, tengo debilidad por entender la relación del artista y su obra, en cualquier época, en cualquier lugar. El arte latinoamericano está en ebullición”.

En el círculo de artistas jóvenes guatemaltecos de arte contemporáneo, María Cecilia es uno de los nombres que sale a relucir como una de las personas principales en apoyarlos. Sobre este punto y la importancia que tiene apoyar al artista nacional contemporáneo nos cuenta que: “Cuando hace poco me preguntaron quién era yo y cómo me describiría, tuve clarísimo que me considero una mujer muy privilegiada. Durante los últimos 20 años de mi vida he estado expuesta a los proyectos locales más interesantes, he sido parte de muchos, he sido espectador o colaborador en otros y, sobretodo, he aprendido de todos y de los muchos personajes guatemaltecos que forman parte de este medio generoso en donde me muevo: fotógrafos, artistas, curadores, creativos, diseñadores, empresarios, con quienes guardo vínculos muy fuertes y que han sido generosos compartiendo conmigo su conocimiento, ayudándome muchas veces y dejándose ayudar también. He recibido mucho apoyo en mi vida y lo que hago a diario es devolver, de la forma más digna, las oportunidades que se me han regalado. Estos años a cargo de las galerías del Museo Ixchel me han permitido conocer y aprender sobre incontables artistas locales e internacionales. Algunos muy jóvenes y los cuales nunca antes habían expuesto su obra. Otros con enorme experiencia, maestros para mí y a quienes les debo las mejores lecciones de curaduría y museografía. Considero que, como a mí se me ha apoyado, he podido yo también apoyar y guiar a grandes talentos que con humildad expusieron su obra por primera vez ante el mundo en el Museo. Es un proceso disfrutado de inicio a fin. Pude acompañar a muchos por el proceso completo y experimentarlo como propio. Muchos de ellos son artistas considerables, ya con carreras muy formales y me enorgullece ser testigo de su desarrollo”.

“Cuando hace poco me preguntaron quién era yo y cómo me describiría, tuve clarísimo que me considero una mujer muy privilegiada”. 

 

 

María Cecilia inspira mucha feminidad, seguridad en ella misma y estilo, sobre estas tres caracteristicas comienza contándonos sobre la feminidad, y el significado que esta tiene para ella: “¡Qué puedo decirte… me encanta ser mujer!”. Esa mezcla peligrosa de poder, dulzura y fuerza. El tiempo te da la flexibilidad y la seguridad. Darte cuenta que ser diferente es hermoso y que ser tú misma y saber que estás hecha íntegramente de lo que aprendes, transmites, vives y sueñas. Se aprende con el tiempo. Disfrutarlo con valentía es el proyecto más interesante que puedes elegir como proyecto de vida. El estilo es todo lo anterior plasmado en algo físico. Lo mío no es ninguna ciencia. Soy yo, sin pensarlo mucho. No soy pretenciosa en esto para nada. Me visto para mí, bailo y canto para mí. Me encanta ser muy natural, no me maquillo a diario. Salgo de casa con el pelo mojado. No utilizo piezas de gran valor (económico), aunque sí son de gran valor (sentimental) para mí. Me fascinan las piezas únicas, las que nadie tiene, las que me recuerdan a alguien o a algo, las cómodas, los tesoros que encuentro en alguna paca, las que alguien me regaló. Tengo huipiles y cortes que atesoro y combino con piezas contemporáneas donde brillan de forma distinta, blusas de lentejuelas de los 70s, chaquetas de jeans que intervengo, faldas largas con vuelos y vestidos, me encantan los vestidos, de todas las épocas, con cuellos, mangas, texturas”.

 

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