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Seducida por el encanto colonial

Por Indira Arias

Si tienen unos días las invito a aprovechar la cercanía y animarse a ser conquistadas por el Casco Viejo de Panamá o la divina Ciudad Amurallada de Cartagena de Indias. A mi me bastó un segundo para soñar y entregarme a gozar en estos rincones hoy considerados Patrimonio de la Humanidad. Que comparten origen y similitudes con nuestra amada Antigua Guatemala.

El legado español en la arquitectura colonial de América Latina es sin duda una de las cosas más deliciosas que en la actualidad disfrutamos al viajar por estas ciudades construidas
en piedra y magia. Los siglos las han forjado, las tragedias las han hecho renacer, pero su espíritu imponente se mantiene, como si las leyendas fueran su aire. Entrar en uno de estos cascos es entrar en una novela, al menos para las románticas de corazón como yo. Arcos, plazas, balcones y puertas despiertan curiosidad. Todos los rincones son dignos de parar y tomarse una foto para el recuerdo.

Cartagena nos recibió a medio día con un calor tropical de esos que solo se calman con una cervecita. Paramos en uno de los bares de la Plaza Mayor donde la fiesta comenzaba, al son de la Gota Fría interpretada por unos músicos de cepa. Desde ahí estaba claro que es un sitio para disfrutar. Una vez saciada la sed, estábamos listos para caminar y caminar, rozando los hombros con las veraneras más floreadas que mis ojos han visto.

Y vino mi segunda parada obligatoria, St. Dom. Lo que un día fue una casa colonial hoy da espacio a una boutique que alberga el arte de talentos emergentes y consagrados. Entre paredes de piedra blanca y altos arcos se exponen colecciones llenas de encanto tropical. Moda y más moda, curada para las que disfrutamos llevarnos a casa algo que nos recuerde haber estado en estas cálidas tierras. Eso que muchos llaman de “souvenir” para mí es más especial llamarlo de tesoro.

Ya en tierras panameñas tuve un caso de amor a primera vista con el American Trade Hotel, frente a la Plaza Herrera. Una esquina que impresiona porque transporta a otra época en un solo respiro. Una reciente remodelación hizo que este edificio de 1917 brille nuevamente con todo su esplendor Art Deco en medio de las raíces coloniales. El interior es para descubrirse de a poco, puesto que el trabajo realizado es una historia sin fin de diversidad cultural.

Al caer la tarde las terrazas invitan a subir para apreciar el sol unirse con el mar. Gin en mano, permitirse imaginar, como si de un libro se tratara. El paso de los conquistadores, los piratas, los años, las historias, y lo dichosos que somos de llamar estas tierras de nuestras raíces. Nuestro pasado y con continuo cuidado, nuestro futuro. Latinoamérica.

*Fotografías: Servicios / cortesía de Indira Arias.

 

 

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