STYLISH POWER: ASHLEY WILLIAMS

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LA MUJER QUE HA CAMBIADO LA CARA DE LAS MARAS Y LAS MUJERES EN PRISIÓN EN LA CIUDAD DE GUATEMALA.


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A sus 29 años, Ashley Williams, es una joven comprometida por la rehabilitación de mujeres privadas de libertad de una forma dinámica y útil. Cuando tenía apenas 18 años llegó desde Tennessee, Estados Unidos, a Guatemala, impulsada por la curiosidad de conocer a un niño que apadrinaba en un orfanato en Oakland, a través de un programa en donde depositaba $25 mensuales.

Al conocer al pequeño, su vida dio un giro, y desde entonces se sintió identificada con él y con Guatemala. Fue así como hasta el día de hoy, lleva 11 años residiendo en este país. Su trayectoria inició como voluntaria en el mismo orfanato. Allí logró conocer las injusticias del sistema que perpetúan el ciclo de pobreza y luego de violencia. “Lo que más me apasiona del servicio es que puedo ser la voz de quienes no son oídos”, nos comparte Ashley.

Ella recuerda que una de las razones por las que se acercó aún más a la realidad de pobreza; fue cuando llegó Ana al hogar, una niña de 11 años que había sido extremadamente abusada por su mamá,   quien consumía drogas en exceso. Ana había llegado de un barrio llamado la Limonada, que para Ashley sonaba como un lugar cool para vivir.

Yehemmy, una de las trabajadoras del orfanato que vivía en la Limonada, pero no le contaba a nadie pues sabía que la sociedad injustamente tacha a las personas que viven allí como delincuentes, en secreto le compartió a Ashley que ella vivía allí y si estaba interesada la podía llevar a conocer. Tomaron un bus extraurbano y bajaron las 125 gradas hasta la colonia la Limonada.


 

“AL TERMINAR DE BAJAR LAS 125 GRADAS Y VER ESE BARRIO, SENTÍ QUE HABÍA NACIDO PARA SERVIR Y PARA SER VOLUNTARIA CON PERSONAS DE ESE LUGAR. ME PARECÍA UN LUGAR TAN LINDO, PORQUE LA GENTE ERA AMABLE. CONOCÍ A UN PANDILLERO Y PENSÉ : QUE BUENA PERSONA. YO NO HABLABA NADA DE ESPAÑOL Y EL CHICO ME ENSEÑÓ SUS TATUAJES; ALLÍ MISMO ME HIZO MI PRIMER TATUAJE. PEROA PE SAR DE ESTO, LA LIMONADA ES UN LUGAR DONDE LA POLICÍA  NO ENTRA, MÁS QUE PARA RECOGER LOS CADÁVERES”, NOS CUENTA ASHLEY.

 


Varios meses después de estar visitando, se mudó a esta colonia y por tres años convivió con personas que le enseñaron otra cara de la vida. Viviendo allí conoció a su mejor amiga, Leslie, quien fue capturada junto a su esposo.

A través de Leslie hizo su primer contacto con las cárceles, ya que Ashley llegaba a visitar a su amiga y poco a poco comenzó a conocer a todas las mujeres que han sido privadas de su libertad. Para ella “el crimen y la delincuencia es fruto de un ciclo de injusticia”. Lo había visto en la Limonada pero fue hasta que lo vivió por carne propia con su amiga que terminó de reafirmar ese llamado por ayudar a quienes más lo necesitan. „


LA SERIGRAFÍA DE LA “GRINGA”


 

En un inicio, Ashley comenzó a llegar a la cárcel como voluntaria para realizar manualidades y pasar el tiempo con algunas reclusas. Diez años después, ahora tienen un espacio y un taller, tanto en la cárcel de hombres en Fraijanes como en Santa Teresa, cárcel preventiva de mujeres.

El taller de corte y confección está a cargo de los hombres, quienes producen las camisas y luego Ashley las lleva a la prisión de mujeres, donde se realizan los detalles de serigrafía. Las mujeres aprendieron estas técnicas a través de videos en Youtube, y así el proyecto ha ido saliendo adelante, de poco en poco y con bajo presupuesto.

El negocio que juntas montaron con otras mujeres privadas de libertad se llama: “Serigrafía de la gringa”, debido a que así es conocida por sus allegados y amigos. Ashley nos cuenta que “a estas mujeres no las van a escuchar, pero probablemente sí lo harán a una “gringa loca” que dejó su vida cómoda en Estados Unidos para contribuir a la rehabilitación de las reclusas”.

Según Ashley, la riqueza de este proyecto es que les devuelve la esperanza a las reclusas, las hace sentirse útiles, líderes e incluso las hace soñar con que algún día podrán convertirse en empresarias. Aún así, nos explica que no es un proyecto para cualquier reclusa, ya que ella selecciona a quienes son líderes. Aquellas mujeres que están dispuestas a darse una segunda oportunidad y dejar su vida criminal en el pasado.

Al taller no pueden entrar mostrando sus tatuajes, deben vestir adecuadamente “ni prostitutas, ni pandilleras” es uno de los reglamentos de convivencia, no pueden escuchar música como el reggeaton que les recuerda la vida en las calles, deben mantener un vocabulario adecuado y sobre todo ser completamente transparentes acerca de la razón por la cual están presas.

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“NOSOTROS DECIDIMOS ESTAR AQUÍ. ES UNA OPORTUNIDAD DE REHABILITARSE DE UNA FORMA INTEGRAL Y ÚNICA. ADEMÁS DEL INGRESO ECONÓMICO QUE RECIBIMOS; ASHLEY SE ENCARGA DE DARNOS APOYO PSICOLÓGICO, Y CONSEGUIRNOS CURSOS DE RELAJACIÓN, YOGA Y ACTIVIDADES PARA OCUPAR NUESTRAS MENTES Y PERMITIRNOS ESA SEGUNDA OPORTUNIDAD”, NOS COMPARTE ÁLIDA, UNA DE LAS RECLUSAS QUE LLEVA MÁS TIEMPO PARTICIPANDO EN EL PROYECTO DE SERIGRAFÍA.

 

Este proyecto además de ocupar a las mujeres en un quehacer útil, les enseña que otro futuro es posible y que al salir de la cárcel pueden dedicarse a un trabajo honrado. El trabajo en equipo y los logros que alcanzan en el taller las hace sentir útiles y llenas de esperanza.

Para Débora, conocida como “Dead Bra”, el ser parte de “Serigrafía de la gringa” la ha motivado a soñar y proponerse a alcanzar su mayor sueño: estudiar criminología. “Si pude yo que vine por ser pandillera y delincuente, puede cualquier otra mujer. Este trabajo dignifica y lo llena a uno de esperanza, doy gracias por esta oportunidad y cuando salga en libertad no me voy a conformar por el camino fácil sino voy a luchar por alcanzar mis sueños”, explica.

Once años después de haber llegado a Guatemala, en 2016 comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad Rafael Landívar. Después de ver tantos procesos legales donde se cometían muchas injusticias hacia las mujeres, ella se ha propuesto convertirse en abogada para darle ese lado humano al derecho.

La primera vez que aplicó a la universidad, no ganó sus exámenes de ingreso. Se le otorgó una segunda oportunidad y ahora ocupa el primer puesto de su clase en la mayoría de sus asignaturas. Esto la hace sentir muy orgullosa pero se debe a que ella “vive, come y duerme Derecho”, nos cuenta. Incluso dentro del taller ubicado en Santa Teresa, tiene sus libros y cuadernos para estudiar mientras está con las mujeres privadas de libertad.

“Quiero ser inspiración para ellas, que vean que todos podemos estudiar y proponernos alcanzar nuestros sueños. Así como yo aprendo de leyes, ellas también se van dando cuenta de que muchas injusticias en el país suceden porque los ciudadanos desconocen sus derechos”, nos cuenta mientras sostiene la Constitución de la República.

Aparte de su gran proyecto “Serigrafía de la gringa” y sus estudios de derecho en la universidad, Ashley forma parte de asociaciones como Global Shapers y grupo Rotario de Guatemala. Para ella el servicio siempre ha sido un pilar fundamental en su vida, pues antes de venir a Guatemala ya había servido en Rumania, sin embargo Guatemala le parecía un país con mayor necesidad y donde poco se había hecho.

Poco a poco Ashley se ha ido ganando un espacio impulsando sus proyectos y es muy probable que en un futuro próximo continuemos escuchando más sobre ella y su labor con las reclusas

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