STYLISH POWER: DANCE WITH PASSION

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LILI FONCEA

La perseverancia y emprendimiento de una balletista destacada.

Bailarina profesional y amante de la danza, Lili Foncea nos recibe en Dance Studio en medio del bullicio de sus alumnas que se preparan para la lección de ballet de la tarde. “Aquí siempre es un caos, uno se acostumbra a trabajar con tanta bulla, eso es lo alegre”, nos explica con una gran sonrisa.

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Inicia contándonos sobre su trayectoria como profesional y de dónde nace su pasión por la danza: “mi mamá fue bailarina. Cuando yo era pequeña, no admitían a las niñas menores de 7 años en las academias de baile. Yo pasaba horas viendo las fotos de mi mamá y me encantaba ver sus álbumes, además ponerme el único vestido que ella guardó de cuando era bailarina. Cuando ella salía de la casa, yo me ponía el vestido para jugar. Siempre quise involucrarme en este mundo”. Desde los 7 años se inició en una academia de baile de su maestra María Rölz, quien anteriormente había sido la maestra de su mamá. “Me enamoré del baile, fue una experiencia maravillosa, poder pertenecer a este mundo que da tantas cosas positivas a un ser humano”.

Lili nos cuenta que su manera de ver la danza se rige bajo tres aspectos diferentes e igual de importantes para su vida. El primero es ver la danza desde un plano contemplativo, “es como ir al museo y ver un cuadro, de la misma manera disfrutas un espectáculo de baile. No hay emoción más grande que sentarte en el teatro, se apagan las luces, se abre el telón y se me eriza el cuerpo. La danza es llevar al cuerpo a su máxima expresión, extensiones y fortalezas”. La segunda forma tiene que ver con una experiencia personal, en la que asistir a una clase se convierte, en sus palabras, “una experiencia íntima conmigo misma. Es una conexión de mente, cuerpo y espíritu. Es como si el mundo se desaparece”.

Sobre esto último nos comenta que ella dejó de ser estudiante el día que fundó Dance Studio en 1998 junto a una amiga balletista. El sentido emprendedor de ambas fue el empuje detrás de lograr un proyecto que lleva 18 años, un sueño que inició con un presupuesto bajo que cada una de ellas aportó. “Es una realización inmensa enseñar a bailar, poder transmitir esta emoción, esta pasión y poder dejar un legado en otras personas, dejar historias que contar y dejar esa enseñanza a los demás”.

Impartir clases definitivamente es una de sus pasiones, ya que para Lili, difundir las artes y educar a las personas es una de las cosas más gratificantes que la llenan de una enorme satisfacción. “El ser humano debe expresarse de alguna forma. No obligatoriamente tienen que ser las artes. Necesitamos sacar lo que lleva dentro, una forma de dejar una huella, dejar un legado”.

“Respeto mucho a quien desea expresarse de alguna forma y esa forma para mi es la danza clásica”.

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De adolescente comenzó a experimentar con otro tipo de bailes, como la danza contemporánea, sin embargo sus raíces clásicas la hicieron ingresar en otra academia en dónde tuvo una maestra italiana que enseñaba bajo el método de la Royal Academy of Dance de Londres. Fue allí donde comenzó a cobrar forma su gusto por ser maestra, ya que inició como asistente de clases.

Más adelante vivió en Francia por un año tomando clases constantemente, tanto de técnica como de coreografía. Al regresar a Guatemala tuvo la oportunidad de participar en el Cascanueces y luego abrió Dance Studio.

Su lado creativo no se limita únicamente a bailar, sino también se involucra en los demás aspectos, como diseñar el vestuario de las obras, o también crear dichas obras desde su imaginación, “yo invento el drama, adapto la música, etc. Este año nos estamos preparando para Giselle, es él clásico del ballet, la obra que probablemente es más conocida”.

Uno de sus proyectos a futuro es cambiar la perspectiva sobre el género dentro del baile, ya que aún en Guatemala se cree que debe ser únicamente para mujeres, cuando en el resto del mundo no es así. Otra de sus metas es lograr hacer que la danza sea considerada como una carrera válida, ya que aún existe la creencia de que debe ser únicamente un hobbie y no es algo de lo que se puede vivir profesionalmente.

“La danza te da muchos regalos” nos cuenta, “aprendes a ser responsable, a ser independiente, puntal, organizado, a trabajar en equipo, forjar lazos con las personas, crecer bailando, darte a respetar dentro de un grupo y a tener presencia, autoestima, autocontrol. Tienes que confiar en ti, en tu trabajo y en tu equipo. La unión que se forja entre balletistas es inquebrantable”.

La imagen corporal también es una de las prioridades de Lili, ya que en el estudio no se habla del peso, “tratamos de forjar un hábito saludable. Jamás hablamos del peso. Me gustaría que en las películas y demás se hablara más sobre el lado positivo. Aquí les damos una educación integral a las bailarinas. Durante las temporadas duras de ensayo se les dan indicaciones sobre qué comer, cuanto, como hidratarse, etc., es como cualquier deportista. Aún así, lo más importante es el apoyo integral que viene de casa”.

Algunos de sus íconos de la danza son su maestra María Rölz de Cuestas, que hasta el día de hoy ha sido la persona que la ha apoyado en su fase de maestra. “Siempre me ha alentado a seguir adelante. Es mi ejemplo a seguir, una guatemalteca que hizo un buen trabajo y dejó un “semillero” de bailarinas”. De sus bailarines favoritos son Marcelo Gomes (brasileño), Roberto Bolle (italiano) y Gillian Murphy, todos del American Ballet Theater. Como maestra, admira el trabajo de Nicholas Villeneuve y Vanessa Valencillos, miembros del Ballet Hipánico de Nueva York. Y su motor de impulso es su equipo, una “rica ensalada” como le llama ella, ya que cada miembro de su equipo es un “ingrediente” diferente y esencial para el estudio. Dentro de sus obras favoritas están: El cisne clásico, El Quijote y Serenata de Balanchine.

El año pasado le fue otorgado un reco- nocimiento de parte de la Municipalidad de Guatemala por su trabajo como asistente de Nicholás Villeneuve, quien montó talleres de baile junto a la dirección de cultura y su escuela de danza, la cual mantiene un excelente nivel, nos explica Lili. El fin del proyecto era crear una convocatoria de los diferentes estudios de baile de la ciudad, para unificar a los grupos.

El ballet ha acompañado la vida de Lili desde muy pequeña, aún siendo madre y esposa ha logrado hacerle un lugar en su nueva vida gracias al apoyo que le ha dado su familia, especialmente su esposo quien “me conoció como bailarina, me ha ayudado a vender tickets en la taquilla y hasta bailó una vez en el escenario también”. Afortunadamente sus hijas también disfrutan del ballet, este año tuvo la oportunidad de llevar a su hija mayor de 12 años a uno de los viajes de baile a Nueva York a donde Lili viaja con sus alumnas.

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