KIDS’ NIGHTMARES

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El miedo sin nombre: Pesadillas y Terrores Nocturnos

Por: Paulina Espinoza

Nuestros hijos viven en un mundo que en su percepción es inmenso, fascinante y estimulante. Ellos se encuentran con una tarea compleja: comprender y ordenar este mundo. Esto lo hacen por medio del explorar, reconocer y nombrar todo lo nuevo que comienzan a conocer; que a las edades de nuestros niños, es una tarea de tiempo completo, pero que la mayor parte del tiempo resulta satisfactoria. Es importante hacer énfasis en que esta tarea implica que el niño va a ordenar su mundo externo a partir de la interacción con otros (nombrar a “mamá”, a “papá”, “mi pacha”, “juguete”, “amigo”, “extraño”, etc.), como también su mundo interno (“tengo hambre”, “tengo sueño”, “me siento feliz”, “me siento triste”, etc.) a partir de experiencias subjetivas, como por ejemplo, al soñar.

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Este mundo tan grande, que requiere de procesos tan complejos que muchas veces los adultos olvidamos, en ocasiones genera emociones que ponen al niño en conflicto. Como padres, esto nos puede afligir; pues no queremos ver a nuestro hijo triste, angustiado, confundido o abrumado. Generalmente, el niño no expresa en palabras estos sentimientos y tan solo puede sugerirlos indirectamente; manifestándose en miedos particulares o generalizados, como por ejemplo, las pesadillas y los terrores nocturnos.

Muchos niños e incluso adultos nos hemos encontrado con el evento desagradable de tener una pesadilla que interrumpe nuestra capacidad de soñar en algún momento de nuestra vida. Sin embargo, cuando esa manera desagradable de soñar se ha prologado más de lo esperado y la intensidad con la que ocurre genera malestar significativo en la vida del niño; nos encontramos con un problema más serio que podría interferir con el sueño y vigilia del niño, que podría generar problemas conductuales (por la falta de sueño) o emocionales (por el temor al dormir y explorar su mundo interno).

En las pesadillas se producen, de forma prolongada y repetida, episodios de sueños sumamente desagradables y amenazantes que el niño recuerda bien. Estudios epidemiológicos han determinado que las pesadillas son frecuentes en la infancia. Sin embargo, a pesar de ser algo frecuente o habitual, esto no deja de ser un foco importante de atención, ya que las pesadillas son una de las maneras en que el niño puede sugerir indirectamente, algún sentimiento o acontecimiento que le puede estar generando algún conflicto.

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Los terrores nocturnos son parasomnias menos frecuentes que la pesadillas en la infancia y la niñez; sin embargo, cada año se encuentran casos nuevos de esta problemática del sueño. Estos consisten en episodios recurrentes de despertar brusco con terror, que generalmente comienzan con gritos de pánico. Durante este episodio, existe un miedo intenso y señales de ansiedad como taquicardia y sudoración. El niño difícilmente se logra calmar, no recuerdan los sueños, ni lo que sucedió que hizo que despertara; generando así, malestar significativo en el niño y también en los padres, que muchas veces no encuentran la manera para poder ayudar a su hijo en estos momentos.

Cuando el sueño se ve interrumpido por estas problemáticas que hacen que el soñar sea algo no deseado, desagradable y angustiante; los procesos que se mencionaban al inicio: el explorar, reconocer y nombrar su mundo interno, se encuentran perturbados y al niño se le dificulta tener un espacio que le permita hacerle frente a sus conflictos. En lugar de quedarse con representaciones que puede nombrar (“me siento…”, “me gusta…”, “no me gusta…”, etc.), el niño se queda ante un terror sin nombre: “ese monstruo raro de mis pesadillas, esas cosas feas que pasan en mi sueño y que no entiendo por qué, esa sensación de ahogo que me hace despertar gritando y no se por qué”.

S.O.S, ¿cómo hago para ayudar a mi hijo?

Ante las situaciones de miedo y terror que pueden generar las pesadillas y los terrores nocturnos, tendemos a minimizar el problema: “No pasa nada; esas cosas no existen; fue solo un sueño; no tienes por qué tener miedo”. Estas maneras de abordar el problema, hablan de un deseo de parte de los padres de querer ayudar al niño y hacerlo sentir acompañado y apoyado por ellos; lo cual es muy valioso. Sin embargo, el anular el miedo del niño, no lo ayuda a enfrentarlo; lo cual es importante para abordar estos terrores sin nombre.

La presencia de los padres es importante y necesaria para que el niño pueda hacer esto; los padres son un buen recurso para que el niño elabore, a su manera, los conflictos que está presentando. Debido a que hablamos de terrores sin nombre, es importante ayudar al niño a representarlos: validar la emoción (el miedo, la angustia, el terror que sintió), mientras se elabora sobre lo que sucedió (darle “forma” a ese monstruo o personaje tenebroso: se puede hacer un dibujo, inventar una historia en la cual el niño salga victorioso o cualquier estrategia que se le ocurra, desde un lugar ficcional[1], para hacerle frente a ese temor). Poco a poco, a medida en que el niño va adquiriendo recursos propios y se va sintiendo triunfador en las situaciones que teme, las pesadillas pueden ir desapareciendo siendo sustituidas por sueños satisfactorios y reparadores.

Los terrores nocturnos pueden ser más difíciles de manejar, pues en estos no hay material con el que se pueda trabajar de la misma forma que la pesadilla (donde hay sueños desagradables que se pueden trabajar y trasformar). Como padres, lo que se puede hacer es brindarle al niño momentos más transicionales para dormir; que le permitan acceder al estadío de sueño de una manera menos angustiante: establecer una rutina para ir a la cama, leer historias de cuentos de hadas, escuchar música o encontrar un objeto que calme al niño en la transición de estar despierto a quedarse dormido. La presencia de los padres para calmar al niño es necesaria, así como validar el miedo y angustia que puede tener. Sin embargo, en estos casos, se sugiere más la búsqueda de un profesional de la salud mental para ayudar al niño y a los padres, a trabajar sobre los conflictos que podrían estar aquejando al niño y que se podrían estar presentando en esta problemática.
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[1] Es decir, desde la fantasía y la imaginación; a partir de historias, dibujos, cómics, modelado en plastilina, etc.

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